Las memorias del Padrino del Soul no dejarán a nadie indiferente. Sin duda, son sinceras y no cabía esperar que fueran condescendientes con nadie. James Brown fue siempre un artista que no calló ante nada ni fue por la vida pidiendo perdón.
Su vida es muy conocida por la larga lista de escándalos que los medios siempre se encargaron de propagar y que tan solo pueden ser igualados quizá por Jerry Lee Lewis.
El tono es directo y recuerda al utilizado por Miles Davis en su autobiografía. Y sin duda al leerlo se pueden trazar paralelismos. Fueron grandes figuras en sus respectivos géneros (soul y jazz respectivamente), tuvieron que luchar contra los prejuicios raciales y tenían un control absoluto sobre todos los aspectos de su actividad musical.
Y es aquí donde quizá resulte más interesante la vida de James Brown. La típica historia del hombre hecho a sí mismo como única forma de escapar a una vida predestinada al sufrimiento y la pobreza, patriota orgulloso de su país a pesar de todo lo que le pasó.
Resulta interesante como al contrario que la mayoría de músicos que aceptaban cualquier trato con tal de trabajar, él decidió tomar las riendas de su carrera tratando de no ser engañado por nadie. Alquiló salas de concierto cuando nadie lo hacía, y realizaba grabaciones en directo que cimentaron su fama. Pocos directos han gozado del renombre que tuvieron los suyos.
Un artista que toma decisiones y se forja su carrera e imagen, aunando música y marketing. ¿Esto no suena nuevo, no? En los 60 sí lo era, de ahí su mérito.