
El compositor francés es una de las figuras más interesantes desde el punto de vista biográfico de la música clásica. Repasando su trayectoria en este escueto pero documentado libro, podemos encontrarnos a un músico que afirmó sobre sí mismo; “llegué muy joven a un mundo que era muy viejo”.
Y es que Satie fue un precursor en muchos aspectos: en el abandono de la línea imperante formalista en aras de una mayor simplicidad, en el alejamiento de las formas virtuosísticas tardorománticas, en el desprecio por el academicismo y el acercamiento a las formas musicales más populares –sobre todo el cabaret-, en la fusión de su arte con el de literatos, pintores, bailarines o cineastas, en su concepción del artista como un outsider, prefigurando a los artistas malditos, bohemios y vanguardistas que buscan épater les bourgeois.
Muchos de estos rasgos los damos por sentado hoy en día hasta el punto de casi exigirlos, pero no hay más que mirar las biografías de otros contemporáneos suyos para comprobar hasta el extremo que llevaba Satie sus creaciones. Y también sus comportamientos, con una preocupación por su imagen –era muy consciente de su apariencia- y por las opiniones que vertía. ¿Qué hubiera sido de Satie en el mundo actual de Facebook, Twitter o Instagram?
En el libro se detallan sus composiciones más famosas vinculadas a la admiración de la antigüedad como las Gnosiennes, Gymnopédies o Sócrate, sus piezas humorísticas como la Sonatine Burocratique o Trois morceaux en forme de poire, o sus colaboraciones con la vanguardia parisina como en el caso de Parade. También se señalan sus amistades –y roces- con algunos de los personajes de la época como Picasso, Cocteau, Diaghilev, Débussy, Ravel, Apollinaire, Stravinsky…
Es un buen libro para comenzar la inmersión en el mundo de este artista único que aconsejamos complementar con el libro que recoje sus propios textos.