
La gran Janis Joplin dejaba este mundo hace cincuenta años. Su voz, su presencia, su pasión cruda y su vulnerabilidad forman parte indeleble del imaginario del rock y la contracultura de finales de los 60, y su poderío escénico, junto a las extravagantes y excesivas circunstancias de su vida, la convirtieron en la primera superestrella femenina (blanca) del rock’n’roll.
Auténtica blues mama de Texas, Janis era la salvaje sentimental, la desgarrada garganta que cantaba desde un desgarrado corazón. Era la poderosa intérprete que aullaba a la luna, ya fuera por un tormento de celos, soledad, lujuria o la búsqueda de la propia identidad. Músico perfeccionista, dedicada y erudita, Janis cantaba, componía, arreglaba y tocaba la guitarra, y era también una persona afable, inteligente y locuaz. Su alma difusa clamaba a un deseo de conexión y cariño, traducido en una entrega total a las canciones y al público. Y algo muy importante, al alcance sólo de intérpretes mayúsculos: cuando la oyes una vez, la reconoces todas las veces.
El mito del verano del amor en todo su esplendor y libertinajes se hace carne en Janis Joplin, que se abrió camino a golpes antes de un abrupto final que llegó demasiado pronto. A costa de cuánto dolor hemos leído carroña que escarba en tu intimidad, triste y alegre Janis, pero con qué estruendo tu voz trasciende épocas y nos hace siempre partícipes de tu pasión por la música. Y, como aquí hemos venido a hablar de música, es en eso exactamente en lo que nos vamos a centrar.

«Se atreve a ser diferente»
Janis Joplin nació el 19 de enero de 1943 en Port Arthur (Texas). Aunque el hogar familiar todo lo tenía de «normal» y «respetable», la primogénita nada tenía de convencional. En el documental Janis: Little Girl Blue (Amy Berg, 2015, en Filmin), testimonios de músicos, familiares y otras personas de su entorno nos acercan a su personalidad y anhelos. Algo interesante entre mucha cosa culebrónica son extractos de las cartas que mandó a la familia, que dan cuenta de sus preocupaciones e inquietudes acerca de la música, el éxito o las relaciones interpersonales. Artística, deseosa de aprecio y admiración, con una sensibilidad muy avanzada para su época en un contexto provinciano y carente de interés para ella, siempre se sintió atraída por la música. Ya de adolescente, su carácter rebelde, los malos ratos cortesía de compañeros desaprensivos y una sensación de desencaje y malestar la llevaron a vestirse, peinarse, comportarse y beber como una beatnik pendenciera.

Algunas de sus mayores influencias del blues fueron pioneras como Ma Rainey o Bessie Smith (cuya lápida costeó en 1970, dado que su tumba no tenía indicación ninguna), y bluesmen originarios como Lead Belly. No sorprende: Janis no se iba a apoyar en referentes pusilánimes. Admiraría más adelante a Otis Redding, de quien dicen que emuló esa expulsión de versos entrecortada (los got to-got to-got to) y los bailecitos laterales, y por supuesto a las reinas Tina Turner y Aretha Franklin.


Allá por 1963 y buscando escapar viajó a California, donde conoció y tocó con músicos beatque iban evolucionando hacia la emergente escena hippie. Entre ellos estaba Jorma Kaukonen, futuro componente de Jefferson Airplane —grupo fundamental del rock y el flipe estilo costa oeste—, con quien grabó la demo The Typewriter Tape (se oye de fondo la máquina de escribir que estaba usando su mujer mientras grababan). En Trouble in Mind ya se puede percibir en la voz de Janis ese slide bluesero que facturaba con tanta facilidad, como si le hubieran inoculado agua del Mississippi. Oyéndola te imaginas fácilmente en un porche sureño, acunándote en un balancín, y a ella, acompañada acaso de Robert Johnson, cantándole al atardecer, a la congoja o al mismísimo diablo.
Poco después regresó a casa y retomó la universidad, cantando en hootenannys y folksings (encuentros informales de la escena folk). Su poderío impresionaba ya entones a los presentes, especialmente si tenemos en cuenta que lo que se llevaba entre las cantantes como Judy Collins o Joan Baez era mucho más suave —en la voz y la presencia, que no en los temas o las letras—. En 1965 grabó algunas canciones con su guitarra acústica, recogidas en el recopilatorio de 1995 This is Janis Joplin 1965, y al año siguiente se marchó de nuevo para entrar en su primer grupo oficial, Big Brother and the Holding Company. El entonces mánager, Chet Helms, considerado padre del verano del amor, hizo de celestino. De corte rockero, bastante experimental y con algunos miembros formados en el jazz (el guitarra Sam Andrew), Big Brother era ya una de las bandas en cartera de la escena de San Francisco. Ella era una cantante con poca experiencia que venía de un ambiente poco sofisticado, y el grupo un campo de nabos con poca disciplina. Pero con el tiempo y con Janis adquirieron enorme popularidad en el ambiente hippie y psicodélico de ese San Francisco burbujeante de novedad, lleno de experimentación y apertura.

«Puso todo lo que tenía en su música»
Su primer disco homónimo fue publicado 1967. Producido por Bob Shad (que había trabajado con Dizzy Gillespie, Sarah Vaughan o Dinah Washington) y bajo el sello Mainstream Records, salió poco después de su actuación en el proverbial Monterey Pop Festival. En los dos pases que dieron, Big Brother & The Holding Company dejaron alucinados a los asistentes, en gran medida gracias a la energía huracanada de la cantante. El documentalista musical D.A. Pennebaker, encargado de grabar el evento, capturó a Mama Cass con la boca literalmente abierta, viendo a Janis dejarse la piel (y la voz) a tiras.
Este macrofestival primigenio tuvo en cartel a Jimi Hendrix, The Who, Jefferson Airplane, The Mamas & The Papas, la injustamente olvidada Laura Nyro u Otis Redding. Monterey fue para muchos la inauguración oficial del Summer of Love, símbolo y foco principal de la contracultura de esos EEUU de fin de década, y semilla para el futuro Woodstock, festival de festivales.
Ball & Chain (original de Big Mama Thornton) en Monterey Pop:
En el álbum encontramos los primeros hits reconocibles de Janis, como Bye Bye Baby o Down On Me, y otros temas pintones como Easy Rider o All Is Loneliness / The Last Time. El álbum tiene la característica factura granulosa y sucia de la psicodelia y el acid californiano que se llevaban y, aunque Janis no está en un momento álgido de lucimiento (que tampoco es necesariamente lo que se buscaba), se aprecia rápido que tenemos entre manos a una verdadera bestia que no palidece entre tanto machote.
En 1968 editaron con Columbia su segundo disco, Cheap Thrills, producido por John Simon. Tomémonos un momento para atender a las credenciales de este señor, productor de, entre otros, el debut de Leonard Cohen, el maravilloso primer disco de Blood, Sweat & Tears o The Last Waltz, sublime directo multidisco de la “despedida” de The Band.
En algunos cortes se oyen aplausos y vítores, dando la falsa sensación de un directo (no lo es). Aquí también tenemos algunos de los temas más conocidos de Janis, sobre todo versiones, como Piece Of My Heart, una de las más queridas, su desgañitado Summertime o Ball & Chain (ésta sí, en directo). Me gustan I Need A Man To Love o la simpática y más country Roadblock, en las que Janis tiene la compañía de segundas voces resultonas y unos giros blues-rock de lo mejorcito, estilo mi amigo Stephen Stills, y estupendos riffs de guitarra. La portada, por cierto, es del célebre ilustrador Robert Crumb, del que Janis era admiradora.
El álbum tuvo un éxito enorme y bastante buena crítica, especialmente para Janis y la producción, sin duda mejor que en el anterior. Ambos son discos de blues-rock marrano y lisérgico, dignos y muy en la línea de la época, pero que sin el “amor brujo” de Janis ubicaría en un recopilatorio de la efervescencia californiana de finales de los sesenta más que como hito. Ahora bien, es difícil destacar si los demás son Santana, Creedence Clearwater Revival, Grateful Dead o Sly & The Family Stone. Con todo, está considerado un disco clave en la constelación del blues psicodélico y el acid rock, que no es decir poco, y dio gran proyección al grupo.
A pesar del éxito, a finales de ese año sucedió lo que tenía que suceder: Big Brother se le quedaba pequeño a Janis. Tras su partida y bajo el auspicio de Columbia se funda la Kozmic Blues Band con músicos de estudio, a ojos de la discográfica fiables y mejores, para acompañarla en su siguiente álbum. Al añadir a la base una sección de vientos, buscaban acercarse al soul de Stax-Volt (sello fundamental del sonido sur: Carla Thomas, Isaac Hayes, Sam & Dave y el propio Otis), bebiendo menos del rock en el que Janis se había movido. El resultado fue I Got Dem Ol’ Kozmic Blues Again, Mama! (me los imagino de madrugada, apuntándolo apresuradamente en cualquier papelucho y mandándolo a imprenta sin pensárselo más, porque el nombre es tela…), su primer LP en solitario y el único que vio publicado en vida.
«Podía sentir el dolor de todo el mundo»
Un mes antes del lanzamiento del disco (septiembre de 1969) actuaron en Woodstock. Compartían de nuevo cartel con mastodontes: The Who, Jimi Hendrix, unos jovencísimos Joe Cocker y Santana o Crosby, Stills & Nash en su casi debut (corre a buscarlo en YouTube y disfruta de la epifanía. De nada). Es absurdo ocultar que Janis estaba bajo mucha presión y en un estado de embriaguez nivel «tres escotas al viento». Aun así, llegó, vio, se estresó un poco, lo pasó regulín, salió y venció.
Try (A Little Bit Harder) en Woodstock:
Ese mismo año apareció en el programa televisivo de Tom Jones y se marcaron juntos la canción Raise Your Hand, de Eddie Floyd, que Janis había interpretado en varios conciertos. Comprobad vosotros mismos lo molón del resultado de esa unión improbable. Un comentario genial al vídeo lo resume en toda su verdad: «Podrás ser cool, pero nunca serás tan cool como Tom Jones haciendo un dúo con Janis Joplin».
Raise Your Hand enThis is Tom Jones (1969):
El álbum, producido por Gabriel Mekler (colaborador de Steppenwolf y más tarde mi querida Etta James), tiene un sonido mucho más limpio, más soul desde una base blues y rock, con floridos arreglos de vientos, y no sólo en Try (A Little Bit Harder), que abre el disco y es uno de sus mayores éxitos. En Maybe, To Love Somebody (versionando, ¡ojo!, a los Bee Gees), Kozmic Blues (coescrita por ella) o As Good As You’ve Been To This World no sólo se luce Janis, que se luce y mucho, sino también músicos de mucho nivelete, verbigracia Mike Bloomfield a la guitarra. Los arreglos, el órgano celestial y los fabulosos“pitos” te hacen cerrar los ojos y asentir sonriendo.
To Love Somebody:
Pero, para mí, el monumento en I Got Dem Ol’… es esa santísima trinidad entre rock, blues y soul que es el último tema, Work Me, Lord: la progresión armónica, los arreglos, un bridge con vientos que no falla nunca en su capacidad de elevamiento de vello y Janis rugiéndole al Señor, anhelando amar y ser amada: […]I don’t think you’re gonna find anybody / Not anybody who could say that they tried like I tried / The worst thing you could say all about me is that I’m never satisfied… La verdad, dan ganas de levantarte, ponerte plumas en el pelo y bailar espasmódicamente.
Work Me, Lord
Algunos críticos alabaron la magia incontestable de Janis como intérprete, pero otros denostaron que la banda no fluía, que le tapaban la voz (¿ein?) o que el cambio de dirección que había tomado no molaba. La calidad de producción y del personal, sin embargo, fueron reconocidos unánimemente: era evidente que Janis había dado un salto cualitativo y que de ahí sólo podía seguir adelante. Con todo, las cosas entre ella y algunos de los músicos no acabaron de fluir, así que desbandó y se quedó con el guitarrista John Till y su Full Tilt Boogie Band, que la acompañaría en sus siguientes conciertos y en la grabación de su último disco. Ella misma diría, exultante, que la Full Tilt Boogie Band era su banda, al fin. A mediados de 1970, tras algunos conciertos por San Francisco, dieron una gira muy especial por Canadá en el «Festival Express»: en lugar de ir por separado en aviones y coches, los grupos en cartel viajaban en el mismo tren. A bordo, además de Janis y compañía, iban The Band, Grateful Dead, The Flying Burrito Brothers o Delaney & Bonnie. Imaginaos esa fiesta, pero sobre todo imaginaos esas jams… Se dice que las actuaciones de Janis en ese tiempo fueron las mejores de su carrera.
Tell Mama en directo (1970)
Poco después, Janis volvió al estudio con la banda para grabar nuevo disco bajo el guiaje del reputado productor Paul Rothchild, conocido por sus colaboraciones con The Doors. Rothchild se refirió al trabajo con ella como «el sueño de un productor», y Janis tenía a alguien que por fin podía sacarle lo mejor, conseguir que luciera su variedad de registros, pulir (por no decir lijar) los bordes y comprender las posibilidades de su talento. Con Rothchild al mando, está menos desmelenada que en Cheap Thrills y menos constreñida que en Kozmic Blues, más en su elemento y con mayor equilibrio entre voz y banda.

El resultado sería Pearl, su disco de referencia. Ella ya no lo vería, pero este segundo álbum sería su consolidación como solista. Y aunque habría alcanzado verdadera plenitud y madurez de haber vivido más tiempo, en el disco tenemos (si bien más organizadas y pulcras) algunas de sus mejores cualidades: su fuerza de Cry Baby; su fragilidad abrutada en A Woman Left Lonely; la belleza triste y clara de su voz al inicio de su single más conocido, Me and Bobby McGee; el folk protesta a capella de Mercedes Benz o el precioso epílogo que es Get It While You Can y su riff de piano, a manos de Richard Bell. Sin atreverme a jurar si el disco es mejor que esto o aquello, sí creo que, en conjunto y en sí mismo, eleva a género propio a la poderosa, errática e inolvidable Janis.
Y así, su vida era una montaña rusa en la que no había cinturón de seguridad. El verano del amor había terminado y la música seguía, pero a veces los límites se desdibujan. Reprocharle a una estrella de rock de finales de los 60 que se drogaba mucho es como decir de Nietzsche que por qué daba tantas vueltas a las cosas: es que no van por separado. Sin duda luchó con la adicción y la depresión, y no dejaba de ser un blanco fácil para los bullies paletos, las malas lenguas y las propias drogas: inestable, inconsolable, bravucona y gallita, podía sentir el dolor de todo el mundo y tenía una necesidad imperiosa de mostrarse al mundo y vivir fuerte.
Janis murió oficialmente por sobredosis accidental de heroína el 4 de octubre de 1970 en Los Ángeles sin haber terminado las sesiones de grabación. Afortunadamente, había dejado suficiente material grabado para un álbum, corto, eso sí, sólo con ocho temas. Pearl se publicó póstumamente en enero del 71 pasando directamente al número 1 de la lista Billboard, y es seguramente su trabajo más reconocido.

«She made a place for women in rock’n’roll»
Los grandes artistas son un reflejo, más fulgurante que el de otros creadores coetáneos, de su tiempo y, a la vez, avanzadilla de lo que vendrá. Su vida, obra y (en el caso de Janis y de tantos otros) cuerpo son un continente para las inquietudes, preocupaciones y búsquedas estéticas de su época y entorno. Y cuando estamos ante un gran artista no se desaprovecha nada: como le leí a un crítico de Rolling Stone, incluso detrás de sus peores altibajos y momentos más caóticos sabemos que se esconde algo genuino y siempre puede haber una revelación.
La partida de Janis, igual que su presencia, había abierto un espacio para las mujeres en el all-male panel que era y aún es bastante el rock’n’roll, un logro que sin ser quizás premeditado tiene trascendencia más allá de lo musical. Catapultada a mito caído del rock, su retrato y recuerdo suenan de forma explícita en canciones, biografías y documentales, e implícita en el imaginario de todo amante de la música y la contracultura de los últimos sesenta. Una biografía reciente (Janis Joplin: La biografía definitiva de la legendaria reina del rock, de Holly George-Warren) pretende subsanar por fin el espacio que la historia oficial aún le debe a su ingenio, profesionalidad e impacto en el rock y la cultura popular.
¡Qué interesantes discos te quedaron por hacer, querida Janis! Tus canciones seguirán resonando en el bastimento sentimental de miles de personas. Seguiremos encontrando en tu fuerza y vulnerabilidad a la amiga que te dice que el dolor es parte de la vida pero que hay refugios como la música, como tu música; que eres a lo que te haces, como tú decías, y que la autenticidad se puede pagar cara, pero te hace libre. Por muchas décadas más: todo admiración, cariño y grito pelao, como a ti te gusta. Prometo tratar de no desaprovechar ninguna oportunidad de un buen get down con tus canciones.
Cry Baby (live)