Lisztomania, de Ken Russell (1975)

Hoy os proponemos una película de Ken Russell. Este dato será suficiente para quienes ya lo conozcan. Aquellos que no, necesitarán una pequeña introducción.

Sus películas son totalmente personales en cuanto a la temática –con una obsesión por la música y sobre todo los grandes genios de la historia-, no se ciñen en absoluto a los datos biográficos conocidos ni a las circunstancias históricas exactas, y presentan una libertad sin ataduras en la narración.

Y esto siempre que consideremos que existe un hilo narrativo en su cine, cuestión más que dudosa, pues sus filmes más bien son grandes caleidoscopios, sucesiones de sugestivas imágenes y puestas en escena más propias del underground teatral o del mundo del comic.

La lógica no forma parte de las intenciones del autor, que prefiere la sátira, la parodia, el surrealismo o el absurdo en la manera de presentar personajes y situaciones.

Por supuesto, toda esta introducción intenta preparar al espectador para que abra la mente y se libere de prejuicios y expectativas antes de enfrentarse a la película.

Si lo consigue, podrá disfrutar de un histrionismo, de un humor exagerado, sexual, que no deja títere con cabeza así como de un esteticismo que entronca más con el exceso del mundo del rock de sus intérpretes principales que con el estereotipo del músico clásico.

Aunque, intuimos que en cierto modo lo que Ken Russell quiere subrayar es la idea –por otro lado bastante generalizada- de que Franz Liszt fue una de las primeras “rock star” de la historia, siguiendo la senda seguramente del primero de ellos, Nicolo Paganini.

En los papeles principales podemos ver a Roger Daltrey, cantante de The Who (Franz Liszt), Ringo Starr, batería de The Beatles (Papa de Roma) o Rick Wakeman, teclista de Yes tan excesivo y megalómano como el propio Ken Russell –uno de sus discos más famosos en solitario lleva el título Las seis mujeres de Enrique VIII-.

Es evidente la conexión de lo que sucede en pantalla con la escena del rock británico de los años 70, desde la psicodelia del Sargent Peppers a la actitud pre-punk de The Who. La puesta en escena excesiva –las cortinas de la habitación, la chimenea, los zócalos y hasta las solapas de su batín son pianos- domina todo. Eso y una obsesión por el sexo y lo fálico que le lleva a concebir una imaginería tan potente y sugestiva como en cierto modo infantil.

En todo caso, es una ventana abierta a la libertad creativa que explotó en aquella década, en un mundo en el que claramente no existía la autocensura ni lo políticamente correcto. 50 años después destila una libertad que ya querríamos ver en los artistas –que se autocensuran-  y en el público actual –que censura lo contrario a sus gustos.-

Atentos a la escena de la guillotina y a Wagner con la guitarra eléctrica. No puedo dar más detalles.

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Author: Jorge de la Torre Sanz

Director del Instituto de Música Online. Pianista, Compositor y Director Musical.

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