DISCO DEL MES. NOVIEMBRE 2020

Bienvenido, terrícola. Antes de penetrar en este artículo, asegúrate de jurar rendirle pleitesía al groove. Porque hoy subimos a la nave nodriza del funk, el deep soul, el ácido y el guitarreo marrano de la mano de George Clinton.
Posiblemente el álbum funk más heavy de todos los tiempos, Maggot Brain es el tercer disco de Funkadelic y también el último que grabó su alineación original. Caótico, irregular y lleno de momentos memorables, es uno de los más destacados de la banda, del género y de la década, y se ha convertido en emblema del hard funk y el soul-rock psicodélico, además de una importante influencia para numerosos artistas.


George Clinton, líder de la banda y de todos sus proyectos asociados (Parliament y P-Funk All Stars), venía del doo wop, el soul y el rhythm’n’blues, e hizo sus pinitos en la industria musical —y digo industria porque sus litigios de dineros, derechos y management son notorios— al frente del grupo vocal The Parliaments. Tuvieron un único éxito importante con “I Wanna Testify”, solvente tema soul de estilo Motown.
The Parliaments – “I Wanna Testify”:
La banda base que los acompañaba fue la semilla de lo que luego sería Parliament, más tarde Funkadelic y luego otra vez Parliament, posterior P-Funk. Los cambios de nombre y las entradas y salidas de los diferentes miembros son más difíciles de seguir que The Wire sin subtítulos, así que resumo: en el Funkadelic “original” o, por lo menos, el que había cuando se grabó Maggot Brain,tenemos a Clinton como líder y los compañeros cantores de The Parliaments a las voces (Ray Davis, Fuzzy Haskins, Calvin Simon y Grady Thomas). En la tremebunda base tenemos a Eddie Hazel (guitarra principal), Billy “Bass” Nelson (bajo), Tawl Ross (guitarra), Tiki Fulwood (batería) y el gran Bernie Worrell al teclado, conocido también por su estrecha colaboración con Talking Heads, y cuyo papel, junto al de Hazel, fue fundamental en el sonido de Funkadelic.
En toda esta constelación de miembros pasados, presentes y futuros, son decenas de músicos los que han pasado por el colorido tinglado Parliament/Funkadelic/P-Funk, entre los que figura nada menos que Maceo Parker. Con esa amalgama de personal, ideas y LSD lloviendo del cielo, Clinton generó un espacio de encuentro creativo para la gestación de algunos de los sonidos más importantes del funk y la música negra de los setenta.
Para distinguirlos, se suele decir que Parliament era más estrictamente funk, más comercial y digerible, y Funkadelic (a pesar del nombre) se inclinaba hacia un guitarreo rock más oscuro y punzante políticamente. El primer disco de Parliament, Osmium (1970) mezcla rock, soul y gospel con mucha garra y una producción que recuerda a una ópera rock. De hecho, no paro de pensar en Andrew Lloyd Weber y Jesus Christ Superstar; el rollo es inusitadamente similar.
Para muestra, un botón. Parliament – “Put Love In Your Life”:
La poliédrica multibanda nunca ocultó su fanfarronería, su alto voltaje sexual y su negritud; de hecho, los ostentaba sin reservas. Bajo este funk-prisma se mostraban dispuestos a llevar más lejos lo experimental, lo sucio y lo político, y los tres primeros discos de Funkadelic (Funkadelic, 1970; Free Your Mind… And Your Ass Will Follow, 1970; Maggot Brain, 1971, todos con Westbound Records), apuestan fuerte por ese guitarreo granuloso y lisérgico, largos solos y una especie de heavy-soul progresivo y descarnado. También por ello esos álbumes carecían de gran proyección comercial, pero, con todo, muchos de esos temas forman parte desde entonces de lo más emblemático de su discografía.
“Mommy, What’s A Funkadelic?” del primer disco homónimo de Funkadelic:
Maggot Brain fue producido por el propio Clinton y se grabó entre finales de 1970 y principios de 1971 en el histórico estudio United Sound Systems de Detroit, que vio nacer lo que luego sería Motown y en cuyas salas grabaron John Lee Hooker, Dizzy Gillespie o Jackie Wilson.
Tras un apocalíptico y escatológico mensaje inicial, el tema que abre el disco, “Maggot Brain”, lo protagoniza el mastodóntico solo de Eddie Hazel. Cuenta la leyenda que se grabó del tirón y que George Clinton le dijo “toca como si te acabaran de decir que tu madre ha muerto”. Todo tensión, sudor y espesura, con el wah-wah y los pedales bien a mano, Hazel le da ese toque denso y de cocción lenta, al que se suma el pequeño delay que le añade Clinton en la producción, y que va subiendo de intensidad y carga emocional durante sus 9 minutos de duración. Empezamos así cerrando los ojos y reflexionando sobre el vacío sideral.
“Maggot Brain”. Siéntate y enciéndetelo. 1985, en directo desde Alemania, con Eddie Hazel:
“Can You Get To That?”, el segundo tema, es el más “normal” y de fácil degustación. Camina suavemente, pero con mucha soltura, con las Hot Buttered Soul (coristas de Isaac Hayes) advirtiéndonos sobre los peligros de estar más pendientes de la cartera que del corazón. Simple pero estupenda, “Can You Get To That?” es el descanso acústico y desnudo de ruidos que se aproxima a unas raíces folk y góspel. Más suave, accesible y con mensaje, facilita el paso por este disco que ya en la apertura se augura esforzado de mascar.
Can You Get To That?
“Hit It And Quit It” vuelve a la densidad funk con pedales y riffs marranos de guitarra y teclado de los dos miembros fundamentales de la banda en plena soltura de talentos, con slides armónicos, corillos agudos y un sonido muy roquero que sin embargo explota el imaginario de recursos funk.
Hit It And Quit It:
El cuarto tema, “You and Your Folks, Me and My Folks” es un slow groove denso y apetitoso con coros pegadizos, y la siguiente canción, “Super Stupid”, un jugoso ladrillazo de hard rock psicodélico. En su vasta parte instrumental hay una importante presencia de las teclas de Worrell y la guitarra de Hazel. Sobre lo “duro” del tema, un detalle: ese mismo año Led Zeppelin sacó el legendario Led Zeppelin IV. Obviamente no hay que comparar, porque cada uno hacía muy bien lo que hacía, pero esta canción estaría a la par que los británicos en niveles de heavyismo.
Super Stupid:
No es así “Back In Our Minds”, con su percusión de cucharita y su corillo despreocupado y gustoso, y en la cual la banda suena fabulosamente bien a pesar de su supuesta falta de sustancia. Alternando estas píldoras ligeras, el álbum gana en equilibrio en lugar de ser algo más de media hora de onanismo psicotrópico sin descanso.
Para terminar, como guinda caótica y estridente, los casi 10 minutos de “Wars of Armaggedon”, que hay quien dice que es el opuesto a la meditativa y oscura obertura homónima del álbum. En este collage desquiciado, la banda está on fire, además de puestísima. Sin embargo, a través de relojes de cuco, aviones, maullidos y ventosidades (mientras te debates entre tumbarte en posición fetal o ponerte a bailar espasmódicamente, oirás pedos), Funkadelic grita libertad, grita pasotismo ante el deseo del éxito comercial, transmitiendo asimismo conciencia política y hartura ante una nación enferma y decadente cuyo sueño de amor libre se había convertido en una pesadilla contaminada de tensión social. Como colofón, parece que no podía haber otra opción que el sonido de una bomba atómica y un diálogo inenarrable en el que una persona señala: “Look at all that pollution!” y la otra responde: “It’s just a fat funky person”.
“Wars of Armageddon”:
La crítica recibió Maggot Brain con cierto asombro y relativa negatividad: algunos lo llamaron “innecesario”, “una chorrada que nadie necesita” o “demasiado oscuro y desordenado”. Sin embargo, su poderío incuestionable fue ganando adeptos y credibilidad con el paso del tiempo y el poso de la escucha. Llegaría incluso a ser descrito como “uno de los discos de rhythm’n’blues más catárticos de todos los tiempos”, un “monumento a la psicodelia funk” o “documento definitorio del sonido black rock de los primeros setenta”. La reedición de 2005 incluye tres bonus tracks: “Whole Lotta BS”, la balada soul “I Miss My Baby” y una versión alternativa de “Maggot Brain” que deleitará a los fans más “hendrixianos”.
Maggot Brain es intenso, peliculero, embrollado y atractivamente desagradable por momentos. En conjunto, el discoparte del funk para experimentar y jugar sin prejuicios ni remordimientos con la psicodelia, el góspel, el rock progresivo, el heavy, el rhythm & blues, el soul, la grandilocuencia orquestal con recitativos y un humor absurdo y pseudofuturista con tintes sociales. Un disco que “no es inmaculado, pero sí perfecto”[1] y que, como hijo de su tiempo, es un magnífico revoltijo lleno de suturas y brilli brilli que se merece su estatus de desparrame y leyenda.
[1] Discord & Rhyme: An Album Podcast. Episodio 14: Maggot Brain.