AÑO BEETHOVEN X
En todos estos años como jurado de concursos y como profesor, debo confesar con el corazón en la mano, que he sufrido más que disfrutado con el gran Beethoven.
Es un compositor que requiere de una gran solidez técnica, conocimiento profundo del estilo, imaginación, temple, y una gran dosis de inspiración. A menudo todos estos elementos juntos, son difíciles de encontrar en un mismo intérprete, y cuando tienes que escuchar la undécima sonata en un concurso, si el concursante no está inspirado puede ser una experiencia un tanto difícil de digerir.
El estilo de Beethoven deja menos margen que otros compositores al intérprete: los tempos deben ser ajustados, las transiciones coherentes, el carácter de los diferentes temas precisos, la estructura global bien construida, los piano súbitos impecables, los esforzando con su energía justa, y todo ello sin pecar en el exhibicionismo de la alta velocidad ( que no de carácter ) y con un equilibrio sonoro exquisito, que nos conduzca a usar un pedal casi inapreciable que no emborrone la claridad de la interpretación.
Todos estos elementos, y muchos más que me he dejado, los podríamos ir desgranando de un modo intelectual, uno por uno, en un largo artículo científico que poco inspiraría al lector.
Desde mi experiencia como músico, creo que el buen profesor es aquel que es capaz de inspirar a sus alumnos. Los conceptos intelectuales, los análisis, ya vendrán después. Si queremos que el alumno (oyente) se interese y se apasione, hay que entrar primero por el corazón para impresionarlo después con la belleza de la construcción de la música y los conceptos teóricos. Es por ello que siempre busco fórmulas imaginativas para cada alumno, con tal de enamorarlo del compositor que deben interpretar.
Primero está bien ambientar el contexto histórico, pero inmediatamente después para mí, lo más importante es el concepto emocional de esa música que queremos transmitir.
La capacidad de hacer conectar al oyente, (o al alumno) con el mundo emocional de la música que escuchamos es un arte que sólo los artistas de verdad poseen.
Entrar en el mundo emocional de un compositor requiere de ir construyendo una visión global de las obras de éste. Paso a paso, sin presionar, disfrutando poco a poco.
El mundo emocional de Beethoven es complejo y puede ser abrupto y no es fácil para ciertas personas. Las Sonatas para piano son una de las pruebas de fuego para muchos estudiantes e intérpretes. Y por desgracia, muchos tienen que sufrirlas cuando no están preparados aún, sólo por la falta de flexibilidad de algunos programas de estudios obsoletos de algunos conservatorios.
Centrándonos en las Sonatas para piano, podemos afirmar que para acercarnos al verdadero estilo beethoveniano es necesario conocer las sinfonías en profundidad, sobre todo desde la perspectiva emocional, formal y en toda su riqueza orquestal.
Muchos músicos relacionamos temas de las sonatas con temas de las sinfonías asociando siempre diversos aspectos. (Este tipo de relaciones son inevitables desde el momento que vas conociendo la obra de un compositor de un modo integral).
Uno de los aspectos que inevitablemente asociamos cuando escuchamos una sonata es la orquestación de Beethoven y es aquí, a mi entender, donde encontramos una de las claves importantes sobre el estilo de la interpretación de las sonatas.
Imaginándonos la orquestación nos damos cuenta de que ciertos instrumentos no pueden tocar a tanta velocidad, o que la orquesta no puede tocar con tanta libertad de “rubatos”. Así mismo, podemos imaginar los colores de los vientos o las cuerdas y el equilibrio de cada acorde, en función de la orquestación que recibe en cada momento. La capacidad de poder imaginar la orquestación de las sonatas nos da automáticamente una clave maestra para equilibrar caracteres, tempos, colores… en definitiva: el estilo.
Somos muchos los que cuando tenemos que enseñar, pedimos a nuestros alumnos que imaginen la instrumentación de la sonata que estamos trabajando. Pero la verdad es que no todos los alumnos tienen esta capacidad de imaginación.
Pero, ¿qué diríais si tuviéramos un modo de llegar al mismo lugar de la mano del mismo Beethoven? ¡Pues efectivamente, eso es posible a través de las transcripciones de las sinfonías para piano a cuatro manos!
Con las sinfonías a cuatro manos hacemos el camino inverso que en el de las sonatas, partimos de la idea sonora de la instrumentación de Beethoven para interpretarla al piano. Tener el ejemplo instrumental nos ayuda a aprender de muchas maneras: primero, descubriendo los colores y el lenguaje orquestal de Beethoven; segundo, sintiendo los tempos naturales de cada instrumento y tercero, descubriendo el equilibrio sonoro tan difícil de controlar con el piano, donde muchas veces pecamos de un exceso de sonoridad (especialmente en las partes medias). Además no nos podemos olvidar que el trabajo que realizamos con las sinfonías a cuatro manos nos da la oportunidad de conocer y profundizar en el estudio de las mismas.
Los pianistas debemos trabajar el arte de los colores orquestales en el piano y para ello no hay mejor estudio que el de las transcripciones orquestales a cuatro manos. Casi toda la música sinfónica está transcrita para piano a cuatro manos y el trabajo riguroso y serio de este repertorio ofrece a los pianistas una oportunidad única para aprender a transcribir en el piano toda la riqueza de la orquesta.
No sólo con Beethoven, sino también con la música de Debussy, Ravel, Mozart, Rachmaninov, Mahler… y tantos otros de los grandes compositores, los pianistas tenemos la gran suerte y el reto de poder aprender cómo traducir al piano su lenguaje tímbrico, armónico, y todos los demás elementos que hacen a un compositor único.
A modo de reflexión me gustaría acabar con la idea de que el piano no es un instrumento, sino todos a la vez. En el piano debemos cantar, tocar como si fuéramos instrumentos de cuerda o viento o percusionistas, cuartetos u orquestas y no nos podemos limitar a tocar únicamente lo que está escrito, ya que la información de la partitura es limitada. Es por ello que nos denominamos intérpretes y somos nosotros los poseedores y los responsables de descifrar lo que está escrito en la partitura, con los códigos que hemos aprendido del estilo de cada compositor y de la época estética en que le tocó desarrollar su obra.