Este mes os traigo una selección de piezas especial, que a parte de hacer las delicias de los oyentes, también pretende ser una fuente de repertorio para los pianistas aficionados y los profesionales en busca de repertorio nuevo para sus alumnos.
Tener un hobby es una de las cosas más sanas para la mente que uno puede hacer, porque te permite ir creciendo en una actividad en la que acabarás siendo lo suficientemente hábil como para disfrutar pero sin la presión de saber que tendrás que pagar las facturas con ella. Todavía son muchas las personas que escogen tocar un instrumento de manera no profesional para disfrutar de la música desde dentro, lo cual conlleva una gran serie de ventajas y alegrías, aunque también puede surgir el inconveniente de que la elección de repertorio se haga un poco cuesta arriba.
Existe un buen puñado de obras famosas que están al alcance de los aficionados: algunos nocturnos, preludios y valses de Chopin, las Gymnopedies y Gnossiennes de Satie, obras varias de Débussy, Bagatelas de Beethoven… A pesar de que son muchos los buenos compositores accesibles a todos los niveles, es normal que haya personas que quieran explorar un poco más allá para encontrar nuevas sonoridades y estilos musicales. El problema es que no siempre se tiene el tiempo, ni para buscar más repertorio, ni para estudiarlo en caso de que se escoja, sin ser consciente una obra por encima del nivel de quien la está estudiando, y el tiempo es algo que es mejor no desperdiciar.
En la familia Notes lo sabemos bien, y es que hace unos años quisimos adoptar a un perro al que finalmente no le pudimos hacer mucho caso, debido al tiempo que consumían nuestras investigaciones. Le llamé Semicorchea póstumamente, porque no duró mucho.
Por este motivo, he decidido reunir varias piezas de diferentes niveles de dificultad que, además de ser una audición interesante para cualquier amante de la música, también pueden ser tocadas por un músico aficionado. Eso sí, solo para pianistas. Lo lamento mucho por el resto de instrumentos, pero no es mi culpa que el piano sea el mejor instrumento de la historia. Que conste que no lo digo por ser pianista… ¿Eh?
Dmitri Shostakovich– Danzas de las muñecas
La obra de Shostakovich es un universo muy curioso. Tiene piezas para todos los gustos y ocasiones: grandes sinfonías que repasan momentos de la historia rusa, obras de cámara en las que expresó su pesar por los tiempos que le tocaron vivir, bandas sonoras, piezas experimentales que se salían de la estética exigida por el régimen soviético, trabajos propagandísticos que le libraron de hospedar una bala en su cabeza (a Stalin no le faltaron las ganas)… y en algún momento entre su intensa vida laboral y sus peleas con la dictadura soviética para que le dejaran trabajar en paz, compuso música de gran ironía o inocencia como estas danzas, que son pequeñas adaptaciones de algunas de sus propias obras orquestales, como sus ballets o bandas sonoras.
Frank Bridge– 3 miniatures pastorales
Compositor queridísimo en el Reino Unido pero prácticamente desconocido en los países de habla hispana, Bridge pertenece a una gran generación de músicos británicos que hicieron carrera en las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX, como Ralph Vaughan Williams, Gustav Holst o Edward Elgar. Estos compositores tienen un sonido muy especial porque mantuvieron la sensibilidad del romanticismo sin renunciar a la cada vez mayor sofisticación armónica de su época. Bridge tiene un conjunto de 9 piezas llamadas “Miniatures pastorales”, que consisten en breves obras que retratan escenas de la vida en el campo. A pesar de que aquí os muestre solo el primer volumen, que recoge las tres primeras piezas, os recomiendo que les echéis un vistazo a todas, que merecen mucho la pena.
Franz Liszt– 5 piezas para piano, consolación nº1, In festo transfigurationis, Recuillement.
Como ya vimos en el anterior artículo, dedicado a los nocturnos (https://sostenido11.institutomusicaonline.com/2020/11/17/el-nocturno-vida-mas-alla-de-chopin/), Liszt no era todo dedos, a pesar de que algunas de sus obras sean tratadas como tal. Son numerosas las ocasiones en las que prescindió de su virtuosismo para crear piezas más humildes e introspectivas, aunque comparando la cantidad de estas piezas con su enorme obra pianística, es cierto que nos queda una proporción pequeña. Por este motivo he creído conveniente señalar varios ejemplos en los que Liszt decidió echar el freno (al que podríamos añadir el nocturno “En reve”, comentado en el artículo de antes) y componer con una actitud más introspectiva, haciendo que su gran música esté al alcance de todo el mundo.
Hajime Okumura– Onda no funauta
La cultura occidental debe admitir que le encanta observar su propio ombligo. El problema de mirar tu ombligo es que no te fijas en el del vecino, que también es bastante prominente. De acuerdo, ya sé que esta no es la comparación más profunda ni la más inteligente, pero funciona muy bien. Okumura fue un compositor clásico japonés que, como ya hicieron grandes figuras de la música del siglo XX como Villalobos o Bartok, basó su carrera en cultivar el folclore de su país. La pieza “Onda no funauta” es una canción de cuna japonesa que Okumura arregló a modo de una pieza académica, y que forma parte de una colección llamada “Japanese folk songs”, compuesta de otras canciones populares adaptadas a las técnicas y sensibilidades de la música de concierto.
Olivier Messiaen– Lectura a vista
Cuando un ejercicio se acaba convirtiendo en una obra digna de ser estudiada, sabes que estás ante un gran compositor, y esta pieza es una buena prueba de ello. A pesar de que Messiaen tiene un estilo por lo general muy disonante, son varias las obras en las que emplea un sonido reminiscente del impresionismo, como en esta pieza compuesta durante su época como profesor de la École Normale de Musique. Originalmente se compuso para ser la prueba de lectura a vista de los exámenes de piano de ese conservatorio, lo que significa que los estudiantes tenían que tocarla durante su examen sin haberla leído o escuchado jamás… ¿Te animas?
Vasili Kalinnikov– Chanson triste
Una delicada pieza de Kalinnikov, compositor conocido sobre todo por sus trabajos orquestales y su compromiso con la cultura rusa, contemporáneo de Tchaikovsky y del joven Rachmaninoff. Por desgracia su nombre y legado apenas son conocidos fuera de su país debido a que murió a los 34 años por tuberculosis, cuando ya se había establecido como un gran compositor sinfónico.
Ryuichi Sakamoto– Chanson
Sakamoto es un versátil compositor famoso sobre todo por sus bandas sonoras (El último emperador, Feliz Navidad Mr. Lawrence, El renacido) pero que además ha trabajado en la música clásica, electrónica, ambient o new age. También ha hecho carrera como pianista, instrumento para el que ha compuesto muchísimo, y en el que se nota la amalgama de estilos que conoce. Chanson no es ni más ni menos que una pieza intrascendental y cariñosa en la que junta la escritura de la música clásica con los sonidos contemporáneos que le son tan familiares.
Chick Corea– Children’s songs
Chick Corea es uno de los muchos músicos de jazz que han incluido a la música clásica en su carrera. En su caso no solo ha sido a través de la interpretación, sino también de la composición, y es que estas Children’s songs fueron compuestas con Béla Bartók como máximo referente, en palabras de Corea. La composición del ciclo completo de Children’s songs abarcó 12 años, en los que surgieron piezas de mayor sencillez o complejidad, tirando más a lo clásico o a lo moderno, pero siempre con la intención de describir la personalidad de los niños y la relación con su entorno.
Ravel– Preludio, Minueto.
Dos brevísimas obras que demuestran el perfeccionismo y la intuición de Ravel. Con el preludio tenemos un caso como el de Messiaen, y es que también fue compuesto como una prueba de lectura a vista de un conservatorio, esta vez para el Conservatoire de Paris. El caso del minueto es todavía más exagerado. Se trata de un pequeño esbozo que hizo en la parte posterior de un ejercicio de uno de sus alumnos, pero como Ravel era mucho Ravel, ahora es una pieza que puedes aprenderte y tocar en una sala de conciertos. Un ejemplo más de un compositor que parece querer dejar al resto mortales a la altura del betún.
Albéniz– Las estaciones. Otoño
Albéniz compuso esta pequeña suite en un estilo deliberadamente sencillo (tanto a nivel técnico como estructural), y sin una evidente influencia del folclore español con el que tanto le asociamos, revelándonos una faceta suya que podríamos confundir con algún compositor francés como Gounod o Bizet. El tercer movimiento de esta suite tiene además la peculiaridad de que puede ser tocado por un ser humano normal ¡Algo rarísimo en Albéniz! Y es que muchas veces su música parece querer llevar al extremo las posibilidades del piano, algo que os puede contar con especial detalle cualquier valiente que se haya encarado con su monumental “Iberia”, una colección de piezas inspiradas en diferentes regiones de España, y que suponen uno de los mayores retos a los que se puede enfrentar un pianista. Sin embargo, nada podría ser más sencillo que este “Otoño”, cuya melodía y acompañamiento tienen las notas mínimas e imprescindibles para hacer funcionar la pieza, ayudando a crear la atmósfera de esta estación.
Y con esto ya tenemos un buen grupo en el que encontrar cosas nuevas. Como siempre, en la playlist de abajo encontraréis más cosas para quien se haya quedado con ganas de seguir escuchando. Yo me voy a proseguir con mis investigaciones. La música infravalorada no descansa y por lo tanto el gran Sherlock Notes tampoco. ¡Caso cerrado!