DISCO DEL MES. DICIEMBRE 2020

La razón principal por la que he elegido este disco, es que este fue el primero que escuché de Ben Monder y realmente me voló la cabeza.
Ya había escuchado a algunos de los guitarristas considerados modernos del post bop como Abercrombie, Scofield, Mike Stern (modernos en cuanto a su sonido, su articulación, sus fraseos, que salen un poco de la guitarra limpia y desnuda del jazz más tradicional y el bop, aunque conservando el lenguaje esencialmente).
También había escuchado a otros guitarristas hacia los cuales se tiende a asociar y referir para entender mejor a Monder, como Bill Frisell, o el linaje de guitarristas como Mick Goodrick y Ted Greene, que se relacionan en su uso particular y personal del voice leading en la guitarra (que ya de por sí tiene una impronta por la afinación del instrumento), pero la verdad es que al escuchar el Dust de Monder, me abrió la mente con respecto a lo que era y no era posible no sólo en cuanto a la guitarra, sino en cuanto a la composición, la improvisación y lo que podía ser un «trío de jazz».
El uso del voice leading como recurso compositivo, solístico, como generador melódico en Frisell, Goodrick, Ted Greene, pasa a ser un sello característico, una estética, que está constantemente presente en la manera de tocar y aproximarse a un tema, que se aprecia mucho en Monder.

En mi opinión, el caso de Monder, es uno de esos músicos que son piedras angulares, por llevar la cosa al siguiente nivel. En términos composicionales, se siente mucho contrapunto en el Dust, incluso en algunos de los solos del disco; sin embargo, no falta el rock y es que Monder es un tipo orgulloso de sus orígenes como guitarrista.
Según él, estos vienen del rock y esto es algo que se puede sentir en numerosos pasajes a lo largo del disco. Le gusta usar distorsión, el sonido de los acoples… El tipo no es un snob por trabajar con series dodecafónicas algunos de sus temas; claramente le interesa usar los recursos disponibles más allá de los géneros. Al final, es música.
Volviendo al disco, este fue grabado en 1996 y tuvo dos salidas, una en 1997 por Arabesque y la segunda en 2006 por Sunnyside records. Las críticas al salir el disco no lo favorecen mucho ni me parecen muy acertadas.
Pienso que aún no estaban preparados para escucharlo. A decir verdad, puede ser un poco pesadito para escucharlo de una sola vez, quizás porque a pesar de ser un disco que trabaja y explora de manera única los espacios (formato trío guitarra-contrabajo-batería) el nivel de densidad sonora puede llegar a ser alto y me parece que cuando realmente se le disfruta es cuando se le presta la atención que merece. Se le crítica de ser un disco algo frío en All about Jazz y en general aparece como un disco interesante, aunque a mi juicio no se le dió tanta bola.
En este disco tocan Ben Street en el contrabajo y Jim Black en la batería. A Ben Street se le puede rastrear en numerosos proyectos desde Sam Rivers, Danilo Pérez, Lage Lund hasta Perico Sambeat. A Jim Black se le conoce bastante por sus proyectos en la línea del avant garde de Nueva York y también con extensa discografía desde David Liebman hasta Dave Douglas, Uricane, hasta Laurie Anderson. Para qué decir Monder; la Electric Bebop Band de Paul Motian, Chris Cheek, la big band de Maria Schneider, Bill Mc Henry, Guillermo Klein, Marc Johnson, Miguel Zenon…sólo por nombrar algunos.
No me extendere en la descripción de cada uno de los tracks, que ya pueden ustedes escuchar y tener una opinión por sí mismos.
El disco combina paisajes sonoros con pasajes tremendamente melódicos, lo dodecafónico con el rock, lo progresivo, en composiciones de 6, 8, 10 minutos, donde la improvisación dialoga con la composición en una relación de igual a igual, sin necesariamente tener solos deliberadamente largos que desbalanceen o hagan olvidar la composición. Toda la conversación, el interplay, es un juego de tres jugadores, un tablero tridimensional donde cada uno de los miembros crea movimiento, proyecta y adivina al resto de los integrantes. Monder sorprende superponiendo sombras con armonías que parecen oscuras, mostrando los colores que no se ven de la paleta (¿la «armonía negativa» de Jacob Collier?).
Simplemente lo recomiendo mucho, particularmente para los guitarristas y quienes busquen un guitarrista original.