En el artículo inaugural de esta sección comenté que, hablando de música desconocida, tal vez a alguien se le podía pasar por la cabeza un compositor germano-soviético de los años 60. Pues bien, a esa persona le digo: ¡Felicidades! ¡Tu día ha llegado! Friki, que eres un friki.
Cuando digo que vamos a hablar del Bowie de la clásica no quiero que te esperes una versión sinfónica de “Let’s Dance” o “Modern Love” porque no voy por ahí. La cosa está en que Bowie era un gran músico cuyo interés le llevó a trabajar una infinidad de estilos musicales hasta el punto de que, si estrenáramos a alguien en su discografía reproduciendo en aleatorio su perfil de Spotify, no sabría qué idea hacerse de él. Podría sonar el glam rock de Ziggy Stardust, el pop retro de “Drive in Saturday” o la Maria Schneider Orchestra en “Sue (or in a season of crime)”; y entre canción y canción esa persona nos diría “¿Cómo? ¿Pero todo esto es del mismo tío?” que es lo que le va a pasar a más de uno con el compositor del cual os voy a hablar hoy.

Alfred Schnittke fue un peculiar compositor nacido en 1934, que junto con Edison Denisov y Sofia Gubaidulina forma el gran triunvirato de la música clásica soviética. Schnittke es una personalidad musical muy curiosa, y es que al escuchar una obra suya nunca sabes qué te vas a encontrar. Tan pronto puede sonar una obra puramente vanguardista, como una orquesta barroca tocando un tango, o una banda sonora interpretada por instrumentos modernos… ¡o incluso todo a la vez en la misma composición! Esta manera suya de componer utilizando estéticas de diferentes períodos históricos y géneros musicales se bautizó como “Poliestilismo”, palabra acuñada por el propio compositor y que os encontraréis hasta en la sopa cuando leáis cualquier cosa acerca de él.
Schnittke fue una persona curiosa por naturaleza y que se tomaba muy en serio la entereza moral de las personas, una manera de ser que, unida a los tiempos que vivió, forjaron una peculiar manera de explorar la música, cuyo origen podemos ver ya desde su infancia.
Schnittke nació en Engels, capital de la antigua República Autónoma de los Alemanes del Volga, formada por varias poblaciones de alemanes a los que la Unión Soviética permitió mantener su cultura y lenguaje. La Segunda Guerra Mundial frustró sus planes de estudiar en el conservatorio de Moscú, tras lo que la familia se mudó a Viena. Allí Schnittke entró en contacto con los grandes clásicos (Bach, Haydn, Mozart) cuya estética se sumó a los sonidos contemporáneos que ya conocía (Weill, Shostakovich); y fue también en esa ciudad donde empezó su educación musical continuada, a través de unas clases particulares y un acordeón que le había regalado su padre, y que más tarde le llevaría finalmente a Moscú para estudiar en el conservatorio.
Llegados a este punto tenemos a una persona de ascendencia y cultura alemana, habla rusa, judío por familia y ateo ante el estado que empezó su carrera con un instrumento popular. A esta mezcla de influencias hay que añadirle el contexto histórico en el que transcurrió la formación y los primeros años de carrera de Schnittke, que es el final del estalinismo y la llegada al poder de Nikita Krushev, que liberalizó relativamente (repito, RELATIVAMENTE) las artes y la sociedad en general, haciendo que las puertas de la Unión se abrieran someramente a las culturas occidentales.
De hecho, la época Kruschev fue la que permitió la entrada de los Jazz Ambassadors estadounidenses y la gira del Dave Brubeck Quartet que vimos en el anterior artículo. Como resultado, los lenguajes más vanguardistas de Europa se dejaron ver en la Unión Soviética y especialmente en Varsovia, donde se inició un festival en el 56 dedicado íntegramente a la música contemporánea, con lo que la cultura Soviética se impregnó de lenguajes más experimentales en todas las ramas del arte.
Como veis, su vida temprana estuvo llena de cambios y caminos que no fueron lo normal para un aspirante a compositor, lo que tuvo varios efectos en la relación que Schnittke vivió con su trabajo. Sus obras son mayoritariamente muy pesimistas, y detrás de ellas hay casi siempre una gran reflexión acerca del ser humano y su relación con la sociedad y la fe; aunque también es normal encontrar momentos honestamente bellos o un humor muy ácido.
A pesar de haber compuesto 10 sinfonías, dudaba acerca de si este seguiría siendo un género válido en el futuro, y tenía la certeza de que el camino de la música nueva pasaría por sintetizar lo académico con lo popular, algo que dejó claro cuando dijo “El propósito de mi vida es unificar la música ‘seria’ con la ligera, aunque me rompa el cuello en el proceso”. También sentía curiosidad por el jazz y otros géneros modernos, de los cuales incluyó elementos en sus obras. En algún momento se declaró fan de la obra de Frank Zappa.
En los últimos años de su vida consiguió ser programado mucho a nivel internacional, pero desde entonces rara vez oímos hablar de él, así que toca recuperarlo. Esta vez no sé si deciros que os aferréis bien a vuestro té con pastas o que vengáis con el estómago lleno, porque nos vamos a adentrar en un mundo raro. Pero raro, raro, raro. Un mundo de humor, oscuridad, locura, eclecticismo, religión, Mefistófeles y represión comunista. Nos vamos a adentrar en el mundo de Alfred Schnittke:

Suite en estilo antiguo
Y tras esta introducción, que indica un descenso al mismísimo infierno, nos topamos con la obra más dulce y bienintencionada de todas las que hay aquí. Schnittke compuso esta obra recopilando material de sus bandas sonoras, especialmente de la película “Aventuras de un dentista”, y adaptándolo en el estilo de una suite de danzas barroca. Lo difícil de hacer una obra que suene a otra época es creerte de verdad lo que estás haciendo y no caer en la parodia, algo que aquí se consigue mezclando sutilmente recursos modernos con la estética barroca. Además, Schnittke no renuncia al habitual pesimismo de su obra, y es que, aunque la suite sea optimista en general, al final del primer y quinto movimiento hay duda acerca de si esta felicidad es sincera…
Concerto Grosso nº1
Tal vez la obra que más os mareará de todas las que os propongo. El concerto grosso era un género popular durante el barroco, que consistía en lo mismo que un concierto para solista y orquesta, con la diferencia de que la parte solista la conformaban varios instrumentos, que en este caso son dos violines.
En esta obra os encontraréis sonidos sacados directamente del barroco mezclados con disonancias contemporáneas e improvisaciones atonales, a veces en el mismo movimiento como es el caso del rondó que aquí os dejo, compuesto por un motivo principal que podría estar escrito por el mismísimo Vivaldi, inmediatamente respondido por sonidos que parecen sacados de la música que le gustaba poner a Kubrick en sus películas, seguido de… ¿un tango? Pues sí. Y todo esto en un espacio de 8 minutos. Este concerto grosso pondrá a prueba en varios momentos la paciencia de quienes se atrevan con él, pero si le cogéis de la mano cuando os lo pida, encontraréis una obra que os llevará por un recorrido emocional de extremos.
Declaración de amor
¿Cómo ha ido el concerto grosso? Para ofrecer un poco de calma emocional aquí os traigo la obra más cursi del mundo. Eso sí, cursi pero muy bien hecha. Esta no es la primera banda sonora de la lista ni será la última, y es que Schnittke compuso música para más de 60 películas. Durante el estalinismo, el llamado Realismo Socialista se impuso como estética dominante en la Unión Soviética, que era un estilo deliberadamente conservador para poder ser entendido y sentido por todo el mundo. En otras palabras, propaganda pura, que supuso un problema para muchos artistas. Como ya les pasó a Shostakovich, Katchaturian y otros compositores de gran personalidad musical que no querían adherirse a esta estética, Schnittke tuvo que hacer malabarismos para que el régimen soviético no acabara su carrera de un plumazo, y las bandas sonoras eran un recurso socorrido para calmar los ánimos con el gobierno cuando este se ponía nervioso. Compositores como el propio Schnittke, Prokofiev o el ya citado Shostakovich usaron este género para crear música con la que pudieran contentar al régimen y sentirse realizados al mismo tiempo, dando lugar a obras muy originales por ser de base conservadora pero con los toques personales de cada compositor. Esta melodía es una de las que aparecen en el concerto grosso.
Stille nacht
Es normal que esta peculiarísima versión del “Noche de paz” os deje un poco confusos y os parezca desagradable, pero este es un buen ejemplo de cómo un artista puede usar una obra para hacer reflexionar. Stille Nacht tiene la habitual ironía y exploración de nuestro lado más oscuro, del cual a Schnittke le gusta tanto hablar. No solo vemos la descripción de un período de fiesta en tiempos de represión, sino también una crítica religiosa. Schnittke, que siendo ya un adulto se convirtió al catolicismo, quiso criticar la banalidad de algunas tradiciones y la conformidad que imponen las rutinas de la fe, que según él no tenían valor. Además, este arreglo ilustra muy bien las navidades que hemos pasado en 2020.
También utilizó esta melodía para los compases iniciales de su segundo concerto grosso.
Tango
Sí, este es el tango del concerto grosso. A estas alturas tal vez hayáis notado que en todas las obras comentadas hasta ahora he dicho que o bien aparece un tema de otra obra o bien esa composición ha influido en otra: Tenemos la melodía de la Declaración de amor y este tango en el Concerto Grosso, sus bandas sonoras en la Suite en estilo antiguo, Noche de paz en Stille nacht y el segundo Concerto grosso…No penséis que al hombre le faltaban ideas ¡El gran Sherlock Notes no desperdicia su tiempo con fraudes!
Lo que pasa realmente es que Schnittke componía asociando ciertas melodías o estilos a temas concretos. Cuando aparece una melodía, la importancia no está solo en la melodía en sí, sino también en lo que sugiere, algo que ya hemos visto hablando de Stille nach y que se extiende a muchas otras obras de su catálogo. En este caso, el tango es un género musical que Schnittke asociaba a la tentación, y que usó muchísimo en su carrera como podréis ver más adelante ¿Tal vez ahora escucharéis con otros oídos el Concerto Grosso? Este tango se compuso originalmente para la película “Agony”, que trata de la vida de Rasputín, y probablemente sea la melodía más famosa e icónica de toda la obra del compositor.
Stream (Para sintetizador ANS)
Pues sí, incluso música electrónica hizo nuestro amigo, aunque claramente es una música electrónica muy alejada del concepto que tenemos ahora de ella al que aquí podemos ver en su faceta más puramente experimental. Esta es la faceta más puramente experimental de Schnittke, de la cual me encantaría explicaros algo, pero me temo que ni yo sé muy bien lo que está pasando en esta pieza. ¡Y eso que soy Sherlock Notes, maldita sea!
Preludios piano
Aquí vemos a un Schnittke sorprendentemente cercano al romanticismo en un instrumento que normalmente saca su lado más disonante. Se tratan de unas piezas compuestas durante su época en el conservatorio, alrededor de los 20 años, una época en la que es habitual que los compositores prueben sus habilidades con diferentes estilos, algo así como tirar espaguetis a la pared y a ver cuál se queda pegado. Los preludios no se descubrieron hasta el 2009, año en el que se realizó esta grabación, para la cual la pianista tuvo que leer la obra del manuscrito al no existir ninguna partitura editada.
Concierto para coro
La etapa final de la vida de Schnittke fue muy dura. Sufrió una serie de infartos, uno de los cuales le paralizó medio cuerpo, obligándole a escribir con la mano izquierda, algo que convirtió componer en una ardua tarea. A pesar de esto, este período siguió siendo prolífico, solo menguando en los últimos años, y su estilo cambió. Estos infartos reforzaron su lado espiritual, (al despertar de un coma aseguró haber estado en contacto con su difunta madre) y su música se tornó mucho más sobria, meditativa y alejada estilísticamente de lo que había estado componiendo anteriormente. El concierto para coro está basado en una serie de textos religiosos de un monje armenio del siglo X llamado Grigor Narekatsi, para cuya adaptación Schnittke se alejó de la cultura alemana y se adentró en la tradición ortodoxa de su país.
Music for an imaginary play
¡Que sí leñe! ¡Os aseguro que todas estas piezas son de la misma persona! De verdad, esto no es ninguna estrategia para que escuchéis música contemporánea con algunos caramelos por en medio. Aquí podemos apreciar al Schnittke más burlón y cómico, a quien hasta ahora solo habíamos visto en medio de otras obras pero que aquí se deja ver plenamente. Interviene un acordeón agudo que nos va carcomiendo el oído y le da un aire surrealista y absurdo, e incluso un kazoo, al cual parece hacerle mucha gracia el hecho de estar tocando esta melodía.
Faust cantata
El archiconocido personaje de Fausto, un académico que vende su alma al diablo a cambio de conocimiento, pasó a la inmortalidad gracias al trabajo de Goethe, que redactó su versión más famosa. Sin embargo, el origen viene de antes. El personaje que conocemos está basado en las leyendas que surgieron alrededor de la vida de Georg Zabel (apodo Fausto), un nigromante del siglo XVI del cual se sabe poco y que aseguraba poder obrar milagros y hacer magia. La primera aparición literaria del personaje es de un escrito anónimo de finales del siglo XVI en el cual se narra las últimas horas de Fausto antes de que el demonio cobre su deuda, y es este el escrito en el que Schnittke se basó para crear esta bestial composición. El conjunto de la cantata puede ser un poco desigual, ya que algunos momentos pueden resultar áridos sin entender el texto, pero los momentos que destacan tienen mucha fuerza. Uno de estos brillantes momentos, que destaca por todo lo alto, es el de la sangrienta muerte de Fausto, para el cual Schnittke volvió a servirse de un tango, una jugada más que adecuada teniendo en cuenta que esta probablemente sea la historia más universal acerca de la tentación. Con esta obra se consigue el notable logro de hacer que unas palabras escritas hace siglos parezcan la banda sonora de la última película de terror que se haya estrenado cuando estés leyendo esto. Sin duda la música que sonará durante el fin del mundo.
A pesar de que Schnittke sigue siendo conocido en el mundo más académico y de que existen muchísimas grabaciones de su obra, su figura ha ido quedando cada vez más alejada de las salas de concierto y de alcanzar la popularidad a la que creo que tiene el potencial de llegar por diferentes motivos: Su obra de piano (su principal instrumento) es muy reducida, no ejerció como director, era extremadamente introvertido y no disfrutaba con la prensa o hablando de sí mismo y su música… Lo cual es una pena porque creo que su obra es la modernez bien puesta, sin dogmatismos y siempre preguntándose qué es lo siguiente que pasará en la música, utilizando esta sin ningún tipo de encajonamiento.

A pesar de que he cubierto una variedad de composiciones considerable, me he dejado otros muchos géneros: sinfonías, obras de cámara, óperas… tiene una obra inacabable y os animo a que la descubráis. Como siempre, en la lista de Spotify tenéis más música.