Sobre mujeres músicos tras los focos

¿Sabías que…

en la música popular ha habido numerosas mujeres instrumentistas, compositoras, letristas y músicos de estudio de las que seguramente no has oído hablar?


¿Te suenan Lovie Austin, Lillian Hardin Armstrong, Mary Lou Williams, Lillian McMurry, Shirley Walker, Carol Kaye, Cynthia Weil, Bobbye Hall, Gail Ann Dorsey, Laura Nyro o Carole King?
Quizás no, pero seguramente habrás oído hablar de Louis Armstrong, Miles Davis, Simon & Garfunkel, Barbra Streisand, Beach Boys, Stevie Wonder, Marvin Gaye, The Supremes, David Bowie, Whitney Houston, Joe Cocker, Elvis Presley, Michael Jackson, Madonna o Dolly Parton; artistas de primera línea para los cuales las mujeres aquí mencionadas hicieron labores de producción, composición, arreglos, letras, sesiones de estudio o giras mundiales.

Y como cada una merece atención y el scroll infinito es un invento del diablo, hoy sólo te hablaré de dos de ellas.

Con todas ustedas, Mary Lou Williams al piano y Carol Kaye al bajo eléctrico.

MARY LOU WILLIAMS

Mary Lou Williams – Drag ‘Em

Compositora, arreglista, pianista de jazz, amiga, mentora y maestra de maestros como Dizzie Gillespie Charlie Parker o Thelonious Monk, May Lou Williams (1910–1981) escribió cientos de temas y arreglos (para Duke Ellington, por ejemplo). Fue una niña prodigio, aprendió sola a tocar el piano y a muy tierna edad ya cobraba tocando en fiestas para ayudar a la familia. Con quince era músico profesional y con menos de 20 componía y arreglaba para otros. Sus temas empezaron a ganar popularidad rápidamente y pronto hacía arreglos para músicos prominentes del jazz como Benny Goodman, el “rey del swing”, rechazando incluso su propuesta de componer exclusivamente para él bajo contrato para poder mantener la libertad de componer cuando y para quien quisiera.

Roll ‘Em

También tocó con Duke Ellington y compuso varios temas para él y su banda en Nueva York, entre otras muchas tareas, la currante e inquieta Mary empezó a colaborar y hacer de mentora con músicos de bebop más jóvenes como Dizzy Gillespie, Charlie Parker o Monk, con los que pasaba horas tocando e intercambiando ideas hasta bien entrada la mañana. Menudas jaranas musicales debieron de ser esos momentos… Asimismo, enseñó jazz a escolares y en la universidad, compuso música sacra, dedicó esfuerzo y fondos a proyectos solidarios, como las tiendas de segunda mano que abrió en Harlem para, con las ganancias, poder ayudar a músicos en situación de precariedad o adicción, y su legado es tan sencillamente enorme como haber sido una de las primeras mujeres que logró éxito y reconocimiento en el jazz.

Aquí tienes un disco con varios de sus éxitos:        

CAROL KAYE

Nuestra co-protagonista de hoy, Carol Kaye (n. 1935), una de las bajistas más prolíficas y reconocidas del rock y el pop, era una habitual de las sesiones de grabación de los artistas más destacados de los 60 en la escena de Los Angeles. Procedente de una familia de músicos, a los trece años su madre le regaló una steel guitar y pronto empezó a tocar en clubs de jazz alrededor de la ciudad y en conjuntos de bebop. Cuando la invitaron a tocar en unas sesiones de estudio con Sam Cooke se dio cuenta de que podía ganarse mucho mejor la vida así que girando por salas de jazz, de modo que se dedicó a ello a jornada completa. A partir de ahí, puso cuerdas y púas a numerosos éxitos bajo la batuta de productores de la talla de Phil Spector, contribuyendo a crear el famoso “muro de sonido” en temas como éste, del que ya hemos hablado en alguna ocasión.  

River Deep, Mountain High (Ike & Tina Turner):     

Su trabajo con Spector llamó la atención de otros productores (Brian Wilson entre ellos) y se convirtió en una habitual de las sesiones de calité. Los dados del destino quisieron que, en 1963, le pidieran sustituir a un bajista que había fallado a última hora. Sucedió entonces que Carol Kaye se percatara rápidamente de que prefería con mucho tocar el bajo por razones melódicas, prácticas (era más fácil llevar un bajo que ir cambiando de una guitarra a otra) y de inventiva, dado que le permitiría aportar más que en las sencillas partes de guitarra rítmica que tocaba habitualmente. Al poco se convirtió en la bajista más solicitada de Los Angeles y participó, entre muchísimas otras (se calcula que tocó en 10.000 sesiones, ¡10.000, amigos!), en el mítico Pet Sounds de los Beach Boys.

Considerada de los mejores músicos de estudio de todos los tiempos, se dice que escuchando a otros era capaz de improvisar rápidamente líneas de bajo que encajaban con la canción o aportar ideas que serían valiosas adiciones. Pero, a pesar de ser tan admirada y cotizada, nunca esperó pasar a la historia como leyenda de nada (aunque ella misma dijo que, en el pico de su trabajo, probablemente ganaba más dinero que el presidente). La música la unía con los demás, a pesar de que las mujeres eran absoluta minoría en las sesiones en aquellos tiempos. Una grande.

Próximamente atenderemos también a las otras mujeres de nuestra absolutamente irrisoria lista de artistas que medraron en una industria en la que, ya lo sabemos, la igualdad ha brillado por su ausencia, y que ocuparon papeles como producción o creación de letras, tareas casi siempre protagonizadas por hombres. Se puede aducir que no se trata de una cuestión (sólo) de discriminación estricta, sino de falta de acceso o ausencia de referentes (mentira)…

Pero la falta de acceso significa que el trabajo para llegar ahí es doble, triple, cuádruple. Y el peso de una historia normalmente escrita por hombres no ayuda a que estas compositoras, letristas, pianistas, percusionistas, productoras, coristas, etcétera, ocupen el lugar que ocuparían de no haber sido mujeres.

Y aquí estamos, hablando de ello, y aquí seguiremos, hablando de ellas, a través de este altavoz desde donde clamar sus nombres y sus logros.

Author: Milena

Girona, 1985. Escribo sobre música y cultura, traduzco y enseño. Me apasionan el soul y la música negra, el rocanrol, los clásicos y los musicales de serie B, entre otros vicios. Inclinación severa hacia lo pintoresco, la purpurina y el chascarrillo.

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