París Blues

Dos jóvenes turistas visitan París donde conocerán a dos músicos de jazz estadounidenses como ellas, que viven en la capital francesa, estableciéndose una historia de amor entre las dos parejas.
Se trata de una película estadounidense de los años 60, que es en realidad muchas películas en una, algunas muy satisfactorias y otras no tanto.
Es en primer lugar una historia romántica del amor fugaz (o no) que se establece entre unos músicos que no viven en su país de origen y unas turistas. Son los años 60 y comienza un cierto aperturismo que afecta incluso a películas como esta que son comerciales pero que se adaptan a los nuevos tiempos.
Es un drama en lo concerniente a dos temas: la música, las drogas y la raza.
Uno de los músicos es afroamericano y se encuentra muy a gusto en París donde es aceptado sin problemas por el color de su piel pero su relación amorosa con una joven que le pide volver a EEUU y tomar conciencia, despierta en el viejos resentimientos. El film explota así uno de los clichés -verdaderos- que afectaba a todos los músicos afroamericanos que visitaban Europa, la paradoja de ser considerados estrellas, y de ser mejor tratados en el viejo continente que en su propia casa. Son famosos al respecto los casos de Duke Ellington, Miles Davis, Dexter Gordon…
Paul Newman, en el papel de un trombonista, también arreglista, se ve en el trance de elegir entre una vida más convencional junto a la joven que ha conocido y que le pide volver a EEUU, o su carrera, intentando que despegue en una de sus últimas oportunidades.
El abuso de las drogas se ve reflejado en la vida del guitarrista bohemio del grupo, que no consigue superar su adicción a pesar de los consejos de sus compañeros.
El tono general, si bien se centra en el drama, evita hundirse en lo melancólico y huye al humor o al entretenimiento en las escenas de música, que son tratadas más como una válvula de escape que como un reflejo del sentimiento propio de los músicos. La escena en la cual Louis Armstrong toca un tema en el club de jazz es un número a la vieja usanza de los musicales del Hollywood clásico -y que entronca con la imagen de Armstrong de los años 60 como entertainer básicamente del público blanco.
La banda sonora corre a cargo de la otra figura representativa del jazz canónico: Duke Ellington. Tenemos por tanto una visión clásica de esta música, lejana a lo que ya se estaba cociendo a un nivel más experimental en esos mismos años.
En resumen es una película entretenida que plantea muchos temas paralelos sin llegar a profundizar en la mayoría quedándose en clichés de la vida de los jazzeros: bohemia, drogas, pasión por su oficio, consideración de artista… pero que sirven para ilustrar como en 1961 la imagen clásica del músico de jazz ya estaba fijada.