
Estamos viviendo una época de biopics en el mundo musical en el cual abunda más la cantidad que la calidad. Independientemente del género al que pertenezcan los homenajeados, la realización suele caer en los tópicos de ascensión, caída y redención de Hollywood con un tratamiento poco individualizado.
Y en este tipo de producciones se engloba The Dirt. Es cierto, que puestos a repetir clichés, la vida de los Mötley Crüe se ciñe perfectamente al lema clásico; «sexo, drogas y rock’n roll», y aunque han sido muchas las bandas que han vivido a fondo esta máxima, el descontrol del que hicieron gala el grupo californiano no tiene parangón.
Así, la película se convierte en una sucesión de desfases en la que parece que los miembros del grupo se turnan para ver quien trama el desastre más grande. Y la pregunta sería: ¿cuál es el enfoque ante los hechos?
En la dirección tenemos a Jeff Tremaine, vinculado al mítico programa Jackass. La asociación entre aquel descerebrado programa y la vida de Mötley Crüe es evidente y en ese sentido parece una buena elección si lo que se quería era incidir en lo anecdótico sin tratar de explicar ni de entender por qué se comportan así, sin contextualizar ni su vida ni el momento.
Como era de esperar, en sus vidas también hay una parte dramática importante: infancias duras, adicciones, violencia… pero todo esto es tratado de manera superficial.
Este grupo triunfó en los años 80, momento de máximo hedonismo y exaltación del ego masculino primitivo.
Y a eso se ciñe su música, su vida y esta película. Si estás de acuerdo, esta será tu película. Si no es así, difícilmente podrás entrar en ella.