Geliebte Clara

Biopic sobre una de las pianistas y compositoras más famosas del siglo XX. Su figura siempre ha sido considerada un complemento de la figura de Robert Schumann del que era su mujer.
En los últimos años se está haciendo un esfuerzo considerable por situar a esta artista en el lugar donde se merece. Porque muchas veces nos limitamos a repetir historias que no tienen fundamento, como la falsa leyenda de que Schumann se lastimó los dedos con un extraño artefacto, o repetimos fórmulas como la de Clara Schumann-mujer de Robert Schumann- que no hacen sino anular su valor intrínseco.
Clara Wieck -su apellido original se ha recuperado en muchas de sus biografías actualizadas- fue una de las pianistas más importantes del momento realizando giras por toda Europa y estuvo en contacto con los músicos más importantes del momento como Liszt o Brahms con quienes mantuvo fuertes amistades. Y además de ello fue compositora de múltiples obras que están volviendo a ser interpretadas últimamente.
Esta película también trata de situar a Clara en el centro de la acción mostrándola como una mujer fuerte, capacitada para todo tipo de trabajo musical -se enfrenta a los músicos de orquesta que no quieren ser dirigidos por una mujer- además de ser la pareja de una persona enferma, Robert Schumann -algunos estudios señalan hacia una posible bipolaridad- .
La narración se centra en la fase final de la enfermedad de Schumann, a punto de ingresar ya en una institución psiquiátrica, y en los esfuerzos de Clara y de su joven amigo Johannes Brahms que no ven manera de ayudarlo hasta que deciden internarlo.
Cuenta para los papeles protagonistas con dos buenos actores europeos; Martina Gedeck y Pascal Greggory que realizan una buena labor dentro de esta producción, por otro lado modesta.
Como único reproche, por desgracia muy habitual en cualquier tipo de biopic musical, señalaría las típicas escenas en que los protagonistas realizan ridículos playbacks al piano simulando que saben tocar su instrumento. En este caso, hay una escena delirante en la cual la actriz hace ver que dirige a la orquesta. Sus movimientos son un sinsentido y además se recrean en mostrarla en primer plano.
Es una reivindicación necesaria sobre una figura que tendría que volver al primer plano de la música clásica: Clara Wieck.