The Wizard of Oz

Una canción mítica (¿la más conocida de la historia del cine?) y una banda sonora impecable, una intérprete inolvidable de musicales -Judy Garland-, un uso mágico del color (esas baldosas amarillas…) que ha contribuido como pocas películas a la fabricación del imaginario de Hollywood y una historia que nos introduce en el mundo de la fantasía con unos personajes inolvidables.
Todo esto era cierto en el día mismo en que se estrenó. Aquel año, 1939, nos dejó dos de los pilares del cine dorado de Hollywood, Lo que el viento se llevó y El mago de Oz. Dos clásicos del cine de evasión mientras el mundo sucumbía ante los terrores de la segunda guerra mundial.
Y 80 años después, ¿qué nos queda de todo aquello? La historia presenta momentos demasiado edulcorados para nuestra época así como algunos de sus diálogos. Pero sus personajes estrambóticos (el hombre de hojalata, el león y el espantapájaros) son una muestra de lo freak y lo bizarro en el cine, algo que ahora se ha incorporado a la normalidad.
La película presenta una sexualidad nula, pero aun así convirtió a su protagonista, Judy Garland, en un icono del movimiento homosexual (ella había muerto en eso momento ya).
La película no deja de funcionar en los dos niveles niño-adulto, posibilitando ver dos películas muy distintas con el paso de los años.
Su puesta en escena colorista y exagerada no puede decirse que esté fuera de lugar ahora, viendo filmografías cromáticamente tan intensas como la de Wes Anderson o Tim Burton (sobre todo su Charlie y la fábrica de Chocolate).
Y musicalmente nos queda sobre todo, el momento mágico de la canción Over the Rainbow, interpretada por Garland previamente al momento de ensoñación y que queda en la memoria colectiva como una invitación al sueño, a la magia, a la huida a otros mundos.