
Well, how ‘bout that? Entra sólo, terrícola, si estás dispuesto a despojarte de todo puritanismo, si estás abierta a bailar, cantar… y probar de todo. Si te van los musicales, las ensoñaciones maquilladas del glam rock, las pelis de ciencia ficción de serie B y el drag, esto es definitivamente para ti. Bienvenidxs a The Rocky Horror Picture Show.
Este musical cómico de terror, que en su estreno en 1975 pasó sin pena ni gloria, hoy es una película de culto que levanta pasiones entre su fiel parroquia. El público de las sucesivas décadas se ha rendido a las proyecciones participativas que surgieron casi espontáneamente, dado que los espectadores, aunque escasos, eran muy entregados y, como volvían una y otra vez, se sabían los diálogos y se arrancaban a contestar a gritos, cantar a grito pelado o bailar en el cine. Esa tradición, de hecho, se ha mantenido hasta hoy y puedo dar fe de ello personalmente.
En su marco, donde la naturalidad y la libertad sexual, el orgullo en la búsqueda del placer propio y la toma de posesión del vestuario sin atender a género ni norma, queda claro que el universo de Rocky Horror, cuando menos, no tiene nada de heteronormativo. Desde que empezó a formarse su pequeño pero fiel séquito, muchos miembros del colectivo LGTBI+ se sintieron identificados con esa apertura a la liberación y la androginia. Se ha llegado a decir incluso que la iniciación de Brad y Janet al mundo del protagonista bisexual tiene algo de autodescubrimiento de una identidad queer.
Basada en el musical casi homónimo (The Rocky Horror Show), con libreto y música de Richard O’Brien, la historia es una parodia/homenaje a las películas de ciencia ficción de serie B. En ella se mezclan referencias alienígenas y vampíricas, terror victoriano, un poco de gore barato, mucho pintalabios y desde luego todo el travestismo, regado con un humor negro y tontorrón en la mejor tradición del underground británico. Tim Curry (el payaso original de It) como el maléfico y salido doctor, Susan Sarandon (como lo oyes) como Janet, el propio O’Brien como el siniestro y desnutrido mayordomo Riff Raff o nada menos que Meat Loaf como un tal Eddie forman parte del singular elenco.
La película empieza con la canción Science Fiction/Double Feature, llena de referencias a películas e intérpretes del género. Visualmente, además, se inspiró en À l’heure de l’observatoire les amoureux, de Man Ray.
Y ahora, al lío: los jóvenes y mojigatos Brad y Janet se acaban de prometer y quieren visitar a su antiguo profesor para darle la noticia (suena Damn it, Janet). En mitad de la noche pinchan rueda y buscan ayuda en un castillo cercano, bajo la lluvia, para llamar por teléfono (Over at the Frankenstein Place). Allí se topan con una convención sospechosa cuyos extraños miembros parecen de otro planeta… (Time Warp) y con un doctor diabólico y travesti (Sweet Transvestite)que acaba de crear un hombre (Sword of Damocles) para proporcionarle placer (I Can Make You a Man). Todo sale nada más que regular (Hot Patootie, Eddie, Touch-a Touch-a Touch me, Planet Schmanet Janet, Planet Hot Dog) y se acaba convirtiendo en un derroche de traición, voyeurismo, froti-froti y descubrimientos sexuales, canibalismo, viajes galácticos (Time Warp Reprise) y rímel, mucho rímel (Rose Tint My World), para que todo quede en su justo lugar (Super Heroes).
He aquí una selección de los temas más emblemáticos, pegadizos o bizarros de este hito de lo freak con brilli brilli.
La canción más conocida de la película, la festiva Time Warp, introduce a Brad y Janet a ese panorama de otro mundo a su llegada al castillo: la convención de transilvanos que precede a la estelar y maquillada aparición del misterioso doctor Furter. La dilatación del tiempo, los movimientos de cadera y las instrucciones para mover el esqueleto hacen de Time Warp un tema perfecto para guateques y bodas:
Tim Curry está inolvidable en su papel del doctor Frank’N’Furter (dime si no es brillante la tontuna del nombre), con el corsé, las medias, la chulería y el acento de pijo royal. Su voz, seductora y juguetona, es perfecta para el personaje en su ambigüedad y su proclamación inaugural de ser “sólo un dulce travesti de la Transilvania transexual” en la canción más sexy de la película: Sweet Transvestite:
En la única aparición de Meat Loaf en la película (o lo que queda de él… no digo más) se nos ofrece el entrañable pastiche de rocanrol más clásico (chúpate esa, Grease). Nuestro héroe sale corriendo en moto de un congelador. No le busques el “sentido” a nada, esto es The Rocky Horror Picture Show.
Además de ofrecer una sorprendente tesitura sopranil, la inocente Janet llega a un punto de tensión en el que tiene que demostrar que no es tan frígida como parecía cuando, en un arranque de celos, se topa con el monstruo guaperas Rocky en Touch-a Touch-a Touch Me, bajo la divertida mirada espía de dos miembros de la casa.
Cuando Frank decide convertirlos a todos en piedra y ponerlos pintones para un espectáculo coral estilo burlesque, nos trasladamos a un teatro que simplemente parecía estar ya allí. Con una palanca para “De-Medusar”, devuelve a la vida a Columbia (la groupie), Rocky, Janet y Brad, que cantan, bailan y se contonean alabando las maravillas del rosa, la liberación sexual, la boa de plumas y los taconazos. Una sorpresa los aguarda al final del vídeo (¡ojo, spoiler!).
Hasta aquí podemos leer para no destripar el final, aunque, si has visto muchas películas de las que se homenajean aquí, algo podrás deducir. De momento puedes disfrutar de estas y las demás canciones que nutren The Rocky Horror Picture Show, la mayoría pegadizos temas rock con referencias sobre todo al glam, pero también a los clásicos. Hay que reconocerle a Richard O’Brien su enorme capacidad para infusionar todas esas referencias, tanto del cine como del rock, de las que se valió para crear ese mundo diabólico y genial de la Transilvania transexual que, una vez dejas entrar en tu vida, te acompañará para siempre. Advertidas quedáis.


