
Lee Morgan fue uno de los músicos de hardbop más importantes, que tras la prematura muerte de Clifford Brown se convirtió en el trompetista más influyente de su generación.
El documental se fija al inicio en la trágica muerte del músico a manos de su pareja durante una actuación. Pero enseguida vemos que es tan solo un recurso narrativo que estructura un relato de hora y media en el cual conoceremos su figura y entenderemos cómo funcionaba la escena del jazz en los años 50 y 60.
Lee Morgan fue un músico precoz que siendo adolescente ya llamaba la atención de músicos más mayores, que alcanzó la fama al incorporarse a los Jazz Messengers de Art Blakey, y cuya vida es representativa de muchos aspectos del jazz de la segunda mitad del siglo XX: los discos de Blue Note -su The Sidewinder es sin un icono del momento-, las actuaciones dentro del circuito de pequeños clubs a los que el jazz había quedado circunscrito desde el estallido del bebop, los problemas con la droga que tuvieron muchos de los jazzeros, el mundo de camaradería pero también de ruda competencia entre músicos, el gusto por la buena vida, los coches y vestir caro…
La vida de Lee Morgan es una de esas trayectorias iniciada con un fulgurante ascenso y cuya caída fue estrepitosa. Su pareja, Helen Morgan lo rescató de la calle cuando era prácticamente un indigente y consiguió que volviera a escena y recuperara el prestigio perdido durante años de errática carrera. Sin embargo, el desenlace no pudo ser más trágico, propio casi de un melodrama televisivo.
Sin duda, la historia de Lee Morgan merece ser contada, pero el mérito recae principalmente en la excelente realización, con una narración muy fluida donde aparecen compañeros musicales del desaparecido como Wayne Shorter, Billy Harper, Bennie Maupin, Charli Persip o Toothie Heath, con una preciosa fotografía, y un poso poético que dota a todo el film de una cadencia hipnótica en la cual tienen cabida impactantes momentos de silencio.
Un fantástico ejemplo de cómo renovar la realización de documentales.