DISCO DEL MES. JULIO 2021

But I know a sound is still a sound around no one
Esta frase que aparece en el primer tema parece resumir la intención sonora de este álbum especial que se muestra unitario, directo, crudo, nada preciosista y en el que tiene cabida cualquier tipo de sonoridad.
Es un verdadero ariete contra las convenciones de la producción musical y un buen desinfectante para los oídos después de tanta capa de sonido inerte y voces aplanadas. ¿Por qué? Porque hay una voluntad clara de comunicación, de lanzar un mensaje.
Y porque es un disco, un conjunto de temas concebidos desde una idea global y que reflejan un momento concreto de la artista, no dos hits para la radio rodeados de seis temas de relleno.
Creo que a posteriori, este trabajo será un reflejo generacional de la ansiedad personal que muchas personas viven a diario por la manera en que se proyectan en la sociedad a través de su relación con los demás.
Ahí queda dicho.
Evidentemente también cabe la posibilidad de que esto último sea una chorrada como un templo, pero me atrevo a pensar que puede ser así pues refleja ese ambiente enrarecido, de múltiples arrancadas y parones, de ritmos machacones impuestos por la vida diaria que nos hacen caer en espirales de amor-odio constante hacia nosotros mismos que sin duda son exageradas y nos cuesta gestionar y ante las cuales Fiona Apple nos invita a revelarnos. Es una buena banda sonora de un cerebro de 2021 (el disco es de 2020).
Y el mensaje es importante, pero sin duda, lo que se propone musicalmente es lo que lo hace tan atractivo. Se trata de un disco percusivo, de pulsión insistente hasta irritar, de cambios de ritmo abruptos y figuraciones obsesivas que lo convierte en uno de los lanzamientos más interesante en cuanto al manejo del tiempo de los últimos años. No es necesario tocar cuatrillos en el tiempo débil de un 7/8 para movernos el pie (un saludo progresivo afectuoso para todos).
Si consideramos la producción una manera de redondear y alcanzar la armonía perfecta entre las partes y la sublimidad transcendente…aquí no obtendréis ni un 2% belleza kantiana. La voz no está edulcorada ni rodeada de efectos, el sonido de la percusión es feísta y desindividualizado, el piano suena desafinado, y la sensación general es la de habernos colado en el local de ensayo en el cual preparaban la grabación. O en un directo en un pequeño bar. Pero quien se ha colado alguna vez en un local o ha escuchado la música a un metro de su fuente de producción sabe que ahí es donde se percibe lo auténtico.
No es un disco balanceado para escuchar en auriculares y apreciar como el crash aparece por el noroeste y desaparece por el sudeste en un fade preciosista. Es un disco para poner en unos buenos altavoces, bien alto y notar su pegada.
Y uno de las razones por la que os insistiría en escucharlo, es el uso de la voz como un instrumento, como un medio de expresión que incluye desafinarla, buscar efectos vocales y articulaciones diferentes, dejarse llevar fuera del sonido limpio «ideal». Y para que nadie se lleve a engaño, esto no tiene nada que ver con no saber afinar o tener la voz aguardentosa por no saber cantar sin hacerse daño. Es fruto de una elección estética, no de una limitación técnica.
Las letras son sin duda otro de los puntos fuertes del disco y el punto neurálgico de la atmósfera de los diferentes temas. La aspereza domina Shameika, un tema sobre la popularidad, la autoestima, el bullying…todas esos aspectos que dominan la vida de los adolescentes y también de los adultos cuando el paso por esa época fue duro. Ritmos insistentes y cortantes, un piano de arpegios lacerantes y una voz sin concesiones dan forma a este tema que parece avanzar sin pausa -¿o como un loop?-.
Fetch the bolt cutters, aunque grabada en último lugar, resume en cierto modo el ambiente general del disco que deja salir -o vomita más bien- de manera cruda todo el mundo interior podrido o que supone una amenaza para ella -y por extensión para quien se identifica con ella- e invita a salir del caparazón, cárcel o autoencierro para liberarse. El perro que escucharéis en el último minuto opina lo mismo que ella -digo yo-.
Si tienes un momento de rabia acumulada, Under the table puede ser el tema catártico que necesites para desfogarte. El estribillo, repetitivo y obsesivo lo deja claro: Kick me under the table all you want, I won’t shut up. Bien clarito.
Si hay algún tema que refleje claramente la idea de bucle musical por insistente, ese es Rack of this que además muestra la parte más melódica y un punto melancólica más habitual de la Fiona Apple anterior. A nivel musical, como casi todos los riffs del álbum, contiene alguna nota melódica que tensiona en medio de progresiones de acordes que sin ser rarísimas, tampoco son las más habituales lo que ayuda a percibir cada canción como un paisaje diferente.
Con Ladies llegamos a un punto importante en el disco. Reafirmando la línea marcada en otros temas Apple reivindica la solidaridad femenina dejando de lado el habitual intento de enemistar a las mujeres cuando el amor y las relaciones están de por medio -amantes, ex…-.
Nobody can replace anybody else so it would be a shame to make it a competition and no love is like any other love so it would be insane to make a comparison
Un último verso que se queda colgando sirve de sentencia final.
Yet another women to whom i won’t get through
¿Hacen falta discos como este? Yo creo que sí, porque las dos primeras preguntas de Google sobre ella es si tiene hijos o tattoos. ¿No hacía música? Pues eso. Escuchadlo sin prejuicios y sin prisas, pero sin pausas.
En toda época y momento surgen cosas potentes. No hace falta esperar 20 años para señalarlas.