¿Sabías que…
el mismo año de Woodstock, en el barrio neoyorquino de Harlem se organizó un festival con los mejores y más granados artistas (Sly & The Family Stone, Gladys Knight & The Pips, Nina Simone, Stevie Wonder, 5th Dimension, The Staple Singers, la reina Mahalia Jackson o, albricias, Ray Barretto)?
El Harlem Cultural Festival, como se llamó, era una celebración de la cultura afroamericana y mostraba una clara voluntad de llevar la música negra a la calle, a los barrios, a todos y todas.
A través de entrevistas a personas que asistieron, algunos de los artistas y personas que estuvieron involucradas en su organización, el documental disecciona también el marco social en el que el Harlem Cultural Festival se gestó y desarrolló. Las actuaciones estelares se suceden y entrelazan con los testimonios de algunas personas que lo vivieron de primera mano, dejando un testigo emotivo y profundo de una programación absolutamente sideral pero que, sin embargo no gozó de la misma popularidad que Woodstock o Monterey Pop. Es cierto que ningún artista era blanco, ¿tendría eso algo que ver? (guiño, guiño). Por supuesto, hay un elemento social importante y necesario en esta película. Mastodóntica desde un punto de vista musical, el filme permite gozárselo de una manera bestial con los cortes de esos conciertos que, además, entrañaban un mensaje y una voluntad comunitaria muy claras.
Levántate de la silla y ponte a bailar con Mongo Santamaría:
Su director, Ahmir “Questlove” Thompson, es el batería de The Roots, banda de hip-hop residente en el late night de Jimmy Fallon en la televisión estadounidense. Batería, DJ, activista, divulgador musical y cultural, y hombre al que sigo y admiro, Summer of Soul (…Or, When the Revolution Could Not Be Televised), que podríamos traducir como «El verano del soul (o cuando la revolución no pudo ser televisada)», es su (aclamadísima y galardonada) primera película. Si te defiendes con el inglés, no dejes de escuchar su estupendo podcast, Questlove Supreme.
Al parecer, el productor televisivo Hal Tulchin había grabado unas cuarenta horas de metraje del festival en unas cintas que permanecieron olvidadas en un sótano durante 50 años. Es una de esas historias que, si realmente es cierta, le pone la piel de gallina a un yanqui, que estas cosas les encantan. Años más tarde, Joe Lauro, un archivista cinematográfico, contactó a Tulchin tras enterarse, y digitalizó y catalogó todo ese contenido, esperando poder trabajar en una película sobre el festival. Unas cuantas turbulencias después, Questlove, sorprendido al ver que esas imágenes estuvieron tanto tanto tiempo en el olvido, se pregunta qué habría pasado si hubiese escuchado y visto todo aquello, cómo habría cambiado todo para él. Y, ante esa pregunta, vio claramente que debía ponerse manos a la obra.
La maravillosa Gladys Knight & The Pips:
Aunque no es perfecta, como documento es una barbaridad de película, y la calidad de la imagen y el sonido, y poder estar disfrutando de ese cartel maravilloso en un formato más íntimo y cercano es verdaderamente apasionante. Ojalá la revolución no sea televisada, sino que esté en los barrios, en las verbenas y en los conciertos. Si son conciertos así, yo no dudo dónde estaré.