(…or when the revolution could not be televised)

A veces los documentales incluyen actuaciones memorables y a veces cuentan historias musicales imprescindibles. Este lo tiene todo, y además, narrado de manera excepcional, con un ritmo perfecto, con montajes alternos musicales espectaculares y testimonios de primera mano muy emotivos que te hacen desear haber podido vivir aquellos días tan mágicos.
Sin duda, este será un documental histórico por su calidad pero esperemos que también lo sea por alcanzar su objetivo: reivindicar el Woodstock negro como quiso llamarlo el realizador original que filmó las actuaciones que no interesaron a ninguna cadena americana y ha estado criando polvo en las estanterías durante décadas.
La América de 1969 era un país convulso que había sufrido cuatro asesinatos de líderes políticos y cíviles en menos de siete años, que estaba en medio de una guerra muy contestada por gran parte de la juventud y los grupos raciales marginados (Vietnam) y que sufría una gran tensión entre razas, diferentes generaciones y clases sociales.
En este contexto tuvo lugar el famoso concierto de Woodstock que ha quedado como el exponente de la contracultura americana, fruto de la posesión del relato por parte de la mayoría blanca. Mientras tanto, en el verano de ese mismo año se celebraba en el barrio de Harlem de Nueva York, un festival que durante varios fines de semana congregaría a las estrellas de la música afroamericana abarcando todos los estilos: blues, jazz, góspel, soul, R&B, el naciente funk…reivindicando su verdadera inclusión en la sociedad estadounidense.
Las actuaciones son espectaculares y el sonido increíble (la labor de recuperación y masterización es encomiable), permitiendo disfrutar de Mahalia Jackson, Stevie Wonder, Nina Simone, Gladys Knight, B.B King, Max Roach, Abbey Lincoln, 5th Dimension o Sly & the family Stone.
El concierto alterna las actuaciones con la narración de la organización del evento y cuenta con los recuerdos de participantes tanto en el escenario como en el público.
El verdadero mérito del documental es que la realización fluye de tal manera que se convierte en un todo, en un relato único donde texto y música se funden para conseguir dos horas de la mejor música y de la mejor historia.
Imprescindible.