Camille Saint Saëns probablemente sea uno de los compositores e intérpretes más injustamente tratados por el paso del tiempo. Su vida y carrera son apasionantes, ni que sea por la cantidad de tiempo que abarcaron: cuando nació, Beethoven y Schubert no llevaban ni una década muertos, y al fallecer había sido testigo del principio y final de la vida de incontables compositores románticos, y presenciado hechos históricos como el estreno de “La consagración de la Primavera” de Stravinsky, la muerte de Débussy o el final de la 1ª Guerra Mundial.
Como intérprete, fue uno de los más respetados virtuosos del teclado (tanto piano como órgano), dando su primer concierto a los 5 años (¡5 años!) y teniendo fama de saberse de memoria toda la obra pianística anterior a él. No sabemos si esto era así, pero el hecho de que a los 10 años pudiera permitirse tocar cualquier sonata de Beethoven en concierto, dejando escoger al público cuál prefería escuchar, nos indica que tal vez la leyenda no esté tan alejada de los hechos.
Su larga vida hizo que su posición en el mundo musical fuera cambiando, desde un compositor de éxito pero con fama de estar chapado a la antigua en su Francia natal, hasta un estricto conservador nacionalista de posturas muy intolerantes hacia la música que él no consideraba buena, pasando por una época de estrellato absoluto en Londres y una etapa de colaboración con Debussy, Franck o su discípulo Fauré para impulsar la música francesa. Acabaría llevándose mal con todos estos compositores.
Al final, en medio de esta figura tan conflictiva y cambiante podemos encontrar sencillamente a un señor criado en una cultura que le gustaba, que llegó a una edad nada normal para su tiempo, en medio de una época que avanzaba cada vez más rápido y que se dirigía hacia uno de los períodos más violentos y tensos de la Edad Contemporánea. Esto explicaría sus ansias de proteger la identidad artística de su país, su estudio de las tendencias clásicas y su rechazo hacia los elementos novedosos que permeaban en su cultura. Especialmente los venidos del mundo germano, que veía como una amenaza que podía fagocitar la identidad francesa.
Su faceta de compositor tampoco es moco de pavo. Los historiadores sitúan su primera pieza alrededor de los 3 años, que inauguró una obra enorme en la que acabaría explorando una gran cantidad de géneros, como la música de cámara, el piano solo, sinfonías, conciertos, óperas… A pesar de la gran cantidad de música que compuso, hoy en día lo recordamos principalmente por “El carnaval de los animales” una obra de la que el propio Saint Saëns prohibió su representación hasta su muerte (con la excepción de El cisne), a pesar de su gran calidad y de estar cargada de imaginación y humor. Otras obras reputadas entre sus oyentes son la Sinfonía órgano, Danza macabra, o el Concierto para piano nº2.
A pesar de que algunas de las críticas que se hacen al academicismo o la poca garra de sus piezas puedan ser legítimas en contados casos, no hay que perder de vista que cuando hablamos de compositores con un número tan elevado de obras siempre encontraremos alguna que no acabe de funcionar, ya hablemos de Saint Saëns o de Mozart, y ya sea esa pieza para piano solo o para orquesta sinfónica. Por lo tanto, voy a intentar guiaros a través de este basto mundo para señalaros algunas obras que merecen vuestro tiempo:
6 Estudios op. 111: A diferencia de otros contemporáneos suyos como Thalberg o Liszt, que explotaron mucho sus facetas de showman, Saint Saëns no era mucho de hacer de su técnica un espectáculo, utilizando su virtuosismo al servicio de la composición, y no al revés. Estos estudios resultan interesantes porque en algunos momentos sí que le vemos sacando pecho a nivel técnico, aunque en general la musicalidad esté muy cuidada. Sea como sea, son todos intocables.
Africa: Aparte de ser un prodigio musical, Saint Saëns se cultivó en una gran variedad de disciplinas pertenecientes a las ciencias y humanidades, como la biología, astronomía, literatura… y entre estas aficiones se encontraba también viajar y explorar diferentes culturas. Uno de sus destinos favoritos (entre otros del norte de África) era Argel, donde solía pasar sus vacaciones. En uno de sus viajes por el continente africano decidió hacer un retrato musical de este, utilizando la música autóctona como fuente.
Allegro appassionato: Probablemente esta sea una de sus obras más redondas, y que no hay que confundir con la pieza homónima para cello, donde se ve a la perfección lo que antes os comentaba acerca de Saint Saëns y su acercamiento al virtuosismo, que le permite crear obras tan espectaculares y expresivas como esta.
Tarantella: Una obra de juventud, aunque no suene como tal. Sabemos poco acerca del orígen de esta divertida composición, más allá del hecho de que Rossini utilizó su fama para impulsar esta obra y con ella a un joven Saint Saëns que ya estaba encaminado hacia la fama.
Trío nº2 en Mi menor y Quarteto nº2 en Si bemol mayor: En la música de cámara podemos encontrar muchas de las mejores obras de cualquier compositor, y es que estas formaciones tipo dúo, trío, cuarteto… tienden a sacar algunas de las mejores ideas de cada músico. El doblete de trío y cuarteto de piano que os presento son dos joyas camerísticas de Saint Saëns, que además representan dos apuestas muy diferentes. El cuarteto, que es una de las grandes obras infravaloradas del compositor, es una obra más tradicional y de carácteres clasicorros, que van desde momentos más optimistas a enfados Beethovenianos. El trío, desde sus primeras notas, es de un carácter completamente trágico y elegíaco que se mantiene durante casi la totalidad de la obra, además de estar construido con algunas ideas que lo hacen más singular, como tener 5 movimientos o que el 2º movimiento tengo un compás extraño.
Saltarella: Y de vuelta a la música italiana, cerramos el artículo entre danzas y letras acerca de romanos, celebraciones, bailes y líos amorosos.