Q: the autobiography of Quincy Jones

Para pasar a la Historia de la Música, algunos artistas grabaron un tema que les catapultó a la fama y que hizo que hayan permanecido allí. Otros cultivaron un género concreto con fidelidad y se hicieron acreedores de ese merecimiento. Luego están los que fueron capaces de dejar su sello en diferentes ámbitos.
Y después de todos ellos está Quincy Jones.
Es muy difícil exagerar la presencia e importancia de este músico genial que representa para la música del siglo XX. Y es una figura a reivindicar, no de manera falsa y vacía como es habitual, sino para demostrar que cuando detrás de la producción musical hay músicos, pueden suceder cosas extraordinarias en lo creativo incluso en los productos masivos y comerciales.
Su trayectoria profesional se abre con su formación como trompetista dentro de la estética del Bebop, la revolucionaria corriente vanguardista que irrumpió en los años 40 en EEUU arrasando con la Era del Swing. En este ambiente se formó y siempre se ha considerado un músico de jazz en origen. En este ámbito realizó arreglos para Ray Charles, Frank Sinatra o Sarah Vaughan y puso en marcha su propia Big Band con la que pudo grabar su propia música.
De aquí pudo saltar al mundo de las Bandas Sonoras con El prestamista de Sidney Lumet, realizando también A sangre fría de Richard Brooks o El color Púrpura con Spielberg que son las más representativas de las decenas de músicas para películas o series televisivas que realizó.
También sacó discos bajo su propio nombre dentro del ámbito más fusionero de los 70’s con sonidos cercanos al funk o al soul abierto a las sonoridades de la década. Al final de esa época fue cuando realizó su trabajo más conocido produciendo los discos de Michael Jackson más vendidos de la historia, dejando su sello personal sin ahogar la personalidad del cantante.
Fue el encargado del USA for Africa que fue la canción que más famosos por metro cuadrado ha conseguido reunir en la historia, un ejemplo de su capacidad de gestión y su poder de persuasión para conseguir involucrar a los artistas en sus proyectos.
En los años 90 colaboró con diversos raperos cuando vio claro que el hip-hop era el medio de expresión elegido por el pueblo afroamericano para continuar con su tradición.
Su trayectoria deja sin aliento por su cantidad y alcance. Y eso no es posible sin su gran apertura de miras y su consideración de que lo mejor siempre está por llegar, dispuesto para asimilar los nuevos estilos y las nuevas maneras de producir la música -siendo un gran defensor de la electrónica viniendo del mundo acústico del bebop-.
La autobiografía permite conocer todos estos detalles interesantísimos, contados en primera persona y sin ahorrarse los momentos difíciles. Porque su vida es también representativa de la vida de los afroamericanos en el siglo XX. Sufrió hambre y miseria en su infancia, su madre sufrió problemas mentales que la persiguieron toda su vida, tuvo que salir adelante él mismo con grandes dosis de orgullo y seguridad en sí mismo, fue un hombre mujeriego -infiel a todas sus mujeres- y despreocupado de la crianza de sus hijos, fue alcohólico y adicto al trabajo con varias intervenciones graves por infartos y problemas graves de salud.
La lectura de su vida resulta apasionante y por contraste apabullante con la historia de uno mismo, pero sin duda resulta muy inspiradora.