
Película de animación a cargo del oscarizado director Fernando Trueba, que supuso una segunda colaboración con el artista gráfico Javier Mariscal después de que este hubiera realizado los carteles de la celebrada Calle 54.
En la redacción del guión encontramos a Ignacio Martínez de Pisón mientras la música es obra de Bebo Valdés, artista ligado al realizador también desde la realización del documental sobre latin-jazz.
La historia parece salida directamente de un bolero, por el drama de los dos protagonistas cuyo amor no fructifica a pesar de varios intentos y debido a una cierta fatalidad, y no abandona nunca el aura de melancolía de este tipo de música.
La narración arranca en flashback con un viejo pianista cubano que en su retiro añora épocas pasadas y las rememora, haciendo hincapié en los años en los que triunfaba en el Copacabana capitalista, cuando los EEUU campaban a sus anchas en La Habana. Después tuvo su oportunidad al seguir a su amada hasta los Nueva York donde ella conseguirá un gran triunfo y él apenas sobrevivir.
El argumento está plagado de referencias directas a músicos -Parker, Gillespie, Monk, Chano Pozo, Nat King Cole…- así como a mucho cine clásico, cine negro, Woody Allen convirtiéndose finalmente en un melodrama en toda regla.
Sin duda la mejor parte cae del lado de la música que aparece en la película. No es ningún secreto el amor del director por el jazz y sobre todo por su práctica en toda latinoamérica y por ello, toda la banda sonora es un auténtico regalo para los oídos con auténticas primeras figuras poniéndose en la piel de las animaciones de los mejores músicos de 40 y los 50. Podemos escuchar a: Mike Mossman, Jimmy Heath, Bebo e Idiana Valdés, Freddy King Cole y Estrella Morente.