
Drama sobre un veterano pianista clásico que padece miedo escénico ante su vuelta a los escenarios tras un parón de varios años. La muerte de su esposa lo sume en una depresión de la que no logra salir con el temple necesario para retomar su oficio, que es también su gran pasión: tocar los grandes clásicos alemanes.
La película se centra en el trío protagonista encabezado por Patrick Stewart en el papel del austero pianista, Giancarlo Esposito como su paciente y entregado mánager, y Katie Holmes como el «ángel de la guardia» que se aparece al concertista para darle la fuerza necesaria para continuar adelante.
Como cabe esperar, el ritmo es lento y se vale de una banda sonora donde destacan los tiempos lentos de los clásicos vieneses. A las esperables escenas de conciertos, se unen las charlas en parques, paseos por bosques, conversaciones en camerinos y cafés… Los protagonistas parecen disfrutar de todo el tiempo del mundo para disertar sobre la grandeza de la música y sus genios intérpretes. Ella es mucho más joven que él lo que no impide que -de manera difícilmente creíble- se enamore de él. Además, todos son terriblemente empáticos, educados e incapaces de cualquier enfado (ni siquiera el mánager ante las cancelaciones con que amenaza el pianista continuamente).
Todo ello aleja a la película de cualquier aspecto que la relacione con la realidad transformándola en una burbuja irreal, lo cual, por otra parte, es una de las manera más típicas de acercarse a la música clásica, dotándola de genio y trascendencia, magnificencia…
Es una de esas películas que algunos calificarían de elegante, exquisita, deliciosa… Adelante, si es el caso.