
Si eres una de esas personas que cree que la magia, talento y genio de los artistas es lo que hacen que surjan por encima de todas las dificultades, se impongan y se mantengan a lo largo de largas carreras…este libro no te va a gustar. O quizá te habra los ojos al hecho de que la música, además de todas los aspectos únicos que la hacen tan emotiva y personal, es también -¿o sobre todo?- una industria musical.
Al decir esto algunos pensaran que hablamos del momento actual de la música y en cierto modo es verdad, ya que así arranca el libro con la historia personal del autor que nos relata el desencuentro total que siente al oír las canciones favoritas de su hijo preadolescente que le suenan ajenas totalmente pero cuya escucha prolongada hace que le acaben gustando.
-¿Por qué me gustan estas canciones?
Esa pregunta llevará a John Seabrook a un trabajo de investigación para saber quién maneja los hilos en la industria musical y la relación que existe entre la producción de música actual y la tecnología.
Pero evidentemente, el momento actual no es el único de la historia en el cual la música ha sido ideada para las masas como si se tratara de un producto industrial (que lo fue mientras se almacenaba en formato físico como vinilos y cd’s).
Nueva York en los años 20, época del Tin Pan Alley y los éxitos de Broadway; Berry Gordy y los éxitos de Motown; Phil Spector y su «wall of sound» son algunos ejemplos de esa manera industrial de fabricar canciones.
Seabrook hace referencia a ellas en el libro aunque un poco por encima (después de todo, esas historias ya han sido relatadas muchas veces) y se centra en la producción musical desde los años 90 a partir de la entrada en la historia de varios productores provenientes de Suecia. El público suele desconocer el nombre de los productores musicales y quizá , como mucho, le suenen los nombres dichos anteriormente, además de Quincy Jones o Rick Rubin… Pero detrás de los éxitos de estas décadas hay un nombre que destaca por encima de los demás: Max Martin, que a fecha de la publicación del libro tenía 22 números 1 a sus espaldas.
El autor narra las historias de Martin y otras figuras de los estudios como Denniz Pop, Pharrell Williams, The Matrix, Benny Blanco, Stargate, Dr. Luke, Timbaland…
También se señala aunque no se entra en detalle (da para otros cuantos libros) la importancia del desarrollo del software de grabación ProTools que hace innecesaria la presencia de aquellas mastodónticas mesas de grabación de los estudios, y la irrupción de Spotify, herramienta clave para la escucha actual de música que ha introducido a la música en la red de servicios de streaming mediante suscripción.
La narración de los hechos sigue un esquema «muy New Yorker» donde el autor escribe habitualmente, relatando todo como si de una novela se tratara entrelazando todos los capítulos.
Es un libro muy ilustrador de la época actual musical que vivimos, caracterizada por una gran incertidumbre en cuanto a artistas, estilos y formatos, y que libros como este ayudan a entender un poco mejor.