
Película fantástica sobre un niño que desea ser bailarín y ha de enfrentarse a las dificultades familiares y del entorno para conseguirlo.
Domina un tono optimista, con humor blanco para todos los públicos que no desdeña la presentación del difícil ambiente que rodea al protagonista en el condado de Durham, con las protestas mineras como fondo que presagiaban el abandono industrial de esa zona del país así como los prejuicios machistas en torno al ballet.
La película se posiciona como una narración progresista apostando por el talento infantil y la no estigmatización. Los personajes secundarios ayudan a cerrar la historia; la descreída profesora de ballet, el padre o el hermano retrógrados que finalmente lo ayudan sin comprenderlo realmente o el amigo gay de Billy -que finalmente sale adelante pero intuimos que tras irse a Londres, no tras quedarse en su pueblo-.
Además de por la historia -nada nueva en el fondo, pero acertada en sus matices y sobre todo, estupendamente realizada-, resulta interesante al ser una de las películas en torno al 2000 que consiguió realizar mejores “vídeos musicales” dentro de un film, algo que se ha estandarizado mucho y que no suele funcionar de una manera tan natural como aquí.
Ya desde el inicio, con las imágenes de los créditos, sabemos que estamos ante una apuesta estética lograda. Si a eso le añadimos que consigue crear cine familiar no empalagoso -se queda ahí al límite- concluimos que consiguieron su propósito y además, de momento no envejece nada mal.