Es verano y la calle está que arde, pero no tanto como el poderío sersual de Prince, ese señor bajito de las chorreras, ese portentito de metro sesenta que sabía tocar de todo y todo lo tocaba. El otro día, al calor de canciones de rhythm and blues de los 50 y 60, escuché un tema que me llamó la atención. Era Brenda Lee, ídolo juvenil de esos años que vieron (¿)nacer(?) el rocanrol (el rocanrol siempre estuvo ahí, como el dinosaurio), y su Sweet Nothins’, que venía a cantarnos que su querido le susurraba naderías románticas al oído.
Aquí, Brenda Lee, con su metro 45 de altura (hoy la cosa va de bajitos con talento) y un vozarrón maduro y cascado, perfecto para rocanrolear. Su historia es digna de un artículo para ella sola, pero escuchad, escuchad:
Esos coros… esos coros los había oído yo antes. Un tipo de Minneapolis musitaba y, a la vez, aullaba en falsete con unas letras sugerentes y unos riffs de guitarra como un puñetazo. ¿Quién, si no? Los ah-ah-ahs son los mismos. Sí, en uno de los mayores éxitos de Prince se pueden oír claramente los corillos de Sweet Nothins’. El productor, David Z, los adaptó e introdujo en el proceso de creación de un tema que es uno de los mayores y más reconocibles éxitos del cantante: nada menos que Kiss.
Todo en el vídeo es tan sumamente hortera que hay dos cosas inevitables: 1, esto en el 86 tuvo que ser modernísimo, y 2, qué ternura, ¿eh? La guitarrista que pone cara de «esto cómo se come, Prince» es Wendy Melvoin, miembro de su banda de acompañamiento, The Revolution, y que en sus expresiones faciales nos representa a todos. You don’t have to be rich to be my girl…
Personalmente, siempre me hace ilusión identificar estos pequeños homenajes entre músicos. Indica (y en el caso de Prince ya lo sabía, porque era alguien que apreciaba la música por encima de todas las cosas y sabía muchísimo, pero me ha gustado comprobarlo una vez más) que hay algo fundamental que debes aplicar, si te dedicas a esto: escuchar mucha música. Escuchar música de este y de aquella, de aquí y de allá, escuchar música tooooodo el rato, siempre. Y, de vez en cuando, saludar a ese cantante, a ese compositor, a ese intérprete que te gusta, que hizo algo que te llamó la atención, y meterlo en un tema tuyo en forma de saludo, como un gesto que te actualiza, te pone en oídos de otros públicos y te hace seguir presente. De eso se trata.