
Serge Gainsbourg fue uno de los artistas más importantes de la música pop francesa durante décadas. Era uno de esos personajes polémicos, favoritos de la prensa y que por lo tanto protagonizó diferentes affaires muy discutidos en la sociedad francesa del momento.
Así que era cuestión de tiempo, que apareciera un biopic basado en su historia, aunque Joann Sfar, que debuta en el cine proveniente del mundo del cómic y quizá debido a ello, realiza una aproximación diferente a la típica biografía.
La narración no pretende abarcar toda su vida sino los momentos que le parecen más interesantes y sobre todo incluye toques más surrealistas como unos personajes de cómic que aparecen en diversos momentos como alter ego de Gainsbourg.
El personaje principal es interpretado por Éric Elmosnino que realiza un trabajo impecable, mostrándose siempre como un personaje arrogante y “divino” que no facilita la identificación fácil con su conducta. Los pasajes mujeriegos con referentes de la época como Brigitte Bardot o Jane Birkin son de difícil asunción.
La película se convierte así en una apuesta arriesgada y diferente que no focaliza del todo en los que quizá sean los puntos fuertes del artista: su eclecticismo, la capacidad de sorprender y la riqueza de sus letras rebosantes de juegos de palabras y barroquismo.