
Dentro de los musicales, hay algunos sorpresivos y unos pocos geniales como en casi todos los géneros. All that jazz está dentro de esas dos categorías… y más. Porque hay pocas cintas que incorporen una buena dosis realista, con números musicales extraordinarios y secuencias oníricas de manera tan magistral, pasando de un registro al otro en cuestión de segundos, haciendo que todo funcione gracias, entre otras cosas, a un montaje genial.
A pesar de los nombres inventados de la trama, se trata claramente de una autobiografía de Bob Fosse que nos narra un momento especialmente tenso en su vida, tres años antes, cuando se le acumularon algunos trabajos a los que dedicó cada minuto de su vida, y que en la actualidad son considerados ambos como clásicos (el trabajo sobre el monólogo de humor Lenny y el musical Chicago) y que posibilitaron la creación de este tercer clásico.
El coreógrafo protagonista es un adicto al trabajo y para poder sobrellevarlo, también es adicto a la Dexedrina (anfetaminas) que toma cada mañana como si fueran cafés y que le ayudan a soportar un ritmo infernal de estrenos, giras, películas…
Aparecen también los productores como una tríada de brujas shakespiriana, centrados en las ganancias por encima de cualquier otra consideración.
Se esboza la relación con su mujer a la cual admite que engaña (igual que engaña a sus amantes porque en realidad también es adicto al sexo) pero de la cual depende para saber si su trabajo es de calidad, ya que la suya es la opinión más relevante. Esta interesante relación es el punto de partida de la serie Fosse/Verdon que se convierte casi en un spin off de la película y que desde aquí también recomendamos.
Su papel como coreógrafo es el de un macho alfa dictatorial imbuido a su vez de grandes ideas innovadoras para la escena teatral del momento.
Sin duda, la parte más atrayente y arriesgada son los diálogos entre el protagonista (Roy Scheider) y la muerte (Jessica Lange) que se alternan con la narración del día a día y finalmente cogen todo el protagonismo en la parte final, en la cual realidad y ensoñación se mezclan.
Esa alternancia de registros, además de un gran guión, un montaje milimetrado, buenos números musicales y buenas interpretaciones, hacen de All that jazz uno de los musicales imprescindibles.