Guardad las armas, que a pesar del título, este artículo va con buena fe. Pues sí amigos, resulta que, aún y con todos los compositores desconocidos de los que os he hablado en esta sección, resulta que el estilo de música en el que se encuentran algunos de los mayores nombres de la historia (como Mozart, Haydn o los Bach hijos) no me gusta. Y solo
¡Pues sí! ¿Y qué? Tampoco es que lo haya hecho adrede. Sencillamente no conecto con la estética de este estilo, que me suele producir auténtico sopor.
Pero bueno, mejor empecemos definiendo bien en qué consiste esto del clasicismo, que a lo mejor he dejado a más de un lector rascándose la cabeza. En la música, el clasicismo es el período que comienza en 1750, año en que murió Bach, y que concluye en la década de 1820, sin un hecho concreto que marque su final. La etapa anterior al Clasicismo fue el Barroco, que como su nombre indica, fue un período donde el estilo de composición era muy denso y recargado.
Los clásicos quisieron alejarse de esta estética basándose en los ideales de belleza de la Grecia clásica, inspirándose en la sobriedad y el equilibrio de la época (pensad en las columnas de los templos griegos), algo que hizo que la música se tornara más “sencilla”, que se desarrollara de una manera más intuitiva y lógica, y que tuviera estructuras más definidas, que luego sirvieron de base para todos los compositores posteriores.
Para tener una comparación, observad estas dos obras maestras, de carácteres similares. Una es el Concierto de Brandenburgo nº3 , de Bach, y la otra es la sinfonía Júpiter de Mozart. Fijaros cómo, en el caso de Bach, podemos escuchar una melodía que va entrando varias veces de la mano de varios grupos de instrumentos, haciendo que todos ellos tengan un papel casi protagonista. Además la música está siempre muy “ocupada” y hay poco lugar para las pausas.
En la obra de Mozart, sin embargo, hay una clara diferencia entre los instrumentos protagonistas y los acompañantes, creando más sensación de bloques instrumentales, y además la actividad de la música varía más de sección a sección y es más habitual el uso del silencio para organizar y hacer respirar las frases musicales.
Pues bien, de esto va el clasicismo, y a pesar de que tiene momentos maravillosos, por lo general me deja bastante frío. Pero precisamente de esos momentos maravillosos vamos a hablar hoy, ya que con la música siempre quiero tener una actitud positiva, y por eso os quiero mostrar obras del clasicismo que sí me gustan.
Veréis, aunque por lo general esta no sea mi época preferida, hay que tener en cuenta que la mayoría de compositores de este período trabajaron muchísimo, y cuentan con obras muy extensas. Esto significa que, por mucho que el porcentaje de obras que me gustan sea reducido, sigue habiendo unas cuantas que sí disfruto mucho.
Por este motivo, os quería compartir un pequeño listado de obras clásicas que me emocionan, además de para blanquear mi imagen ante los puristas que ahora mismo estén afilando sus garras, listos para saltarme al cuello. ¡Espero descubriros alguna nueva obra favorita!
Luigi Boccherini – La Musica Notturna Delle Strade di Madrid
Juan Crisóstomo de Arriaga – Cuarteto de cuerdas nº3.
Luigi Cherubini – Requiem nº2
W.A.Mozart – Ave Verum
W.A.Mozart – Las bodas de Fígaro: Contessa Perdono
W.A. Mozart – Sonata para 2 pianos
Joseph Haydn – Variaciones en Fa menor
Joseph Haydn – Concierto para piano nº11